martes, 20 de septiembre de 2011

No me toques el pito... que me irrito

El tráfico, ¡qué locura! Miles de vehículos rodados recorren las calles de las ciudades vietnamitas haciendo un ruido infernal a su paso. Coches (los menos) y motos (la mayoría) se mueven despacito como si formaran parte de una ensayada coreografía de ballet. En las tres semanas que recorrimos el país no vimos ni un solo accidente de tráfico, pero no pasó un día en el que no viéramos con asombro cómo los vietnamitas se saltaban a la torera las normas de circulación, TODAS las normas de circulación.
Que hay un semáforo en rojo, no pasa nada: nos lo pasamos. Que hay una vía de sentido único, no pasa nada: vayamos en el sentido que más nos convenga. Que lo legal es que vayan dos personas como máximo en una moto, no pasa nada: no vayamos a dejar a alguien en tierra. Dos pasajeros es lo habitual, tres; bastante común, cuatro; no tan raro. ¡Qué desatino el pensar que en un paso de peatones pararán el coche para que crucemos! ¡Qué dislate ceder el paso en un cruce! Allí impera la ley de la jungla, el sálvese quien pueda del automovilista falto de prudencia.
Ante semejante panorama, uno no puede más que preguntarse cómo es posible que no haya más siniestros. Después de darle muchas vueltas he llegado a la conclusión de que no se estrellan más a menudo por el uso desmesurado que hacen del claxon. En mi opinión, tras tan notables bocinazos se esconde todo un código de circulación en morse. Pongamos unos ejemplos ilustrativos:
Supongamos que el resuelto automovilista se encuentra ante un semáforo en rojo pero que necesita pasar porque tiene prisa. En ese caso puede empezar a pitar como un loco como queriendo decir: "pasooooooooo, pasooooooooo, ojo que pasoooooooooooooo". El mismo automobilista se enfrenta ante una nueva disyuntiva: la calle por la que quiere pasar es de un solo sentido y él va en sentido contrario. No hay problema. También en este caso puede empezar a pitar como un loco como queriendo decir: "pasooooooooo, pasooooooooo, ojo que pasoooooooooooooo". Un motorista circula tranquilamente por una carretera/calle. El conductor que le sigue conduce un flamante coche (quizás un taxi) o un minibús y tiene prisa. ¿Qué hace? Pues se pone a pitar como un loco como queriendo decir: "sácate del medio mosquitoooooooooooo, yo soy más grande". 
Ejemplos como estos hay millones. Tantos como conductores. La cuestión es que cada vez que se lían a patadas con el código de circulación ponen la manita en el claxon y sueltan sartas de sonoros "piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii". Aunque cabe decir que no siempre parecen pitar por alguna razón. A veces, simplemente se lían a bocinazos como si así fueran a llegar antes a su destino o simplemente para llamar la atención de alguien en la acera (ése sería el caso de los taxistas cazando clientes, por ejemplo). Nosotros hemos llegado a creer que quizás algunas motos lleven de fábrica un dispositivo que pite cada vez que la moto esté en movimiento sin necesidad de apretar el claxon.
El concierto de pitazos en la ciudad resulta muy pesado y estresante. Me pregunto cómo reaccionaría un conductor occidental sometido al estrés de los decibelios de los cláxons vietnamitas. Me refiero a uno que en su vida hubiera conducido en un país asiático, claro. Y los policías de tráfico, ¿cómo podrían poner orden en tal desorden? ¿Y qué sería allí de esas pegatinas que se adhieren a la luna trasera, tan de moda allá por los noventa, y que rezan: "no me toques el pito, que me irrito"?

domingo, 11 de septiembre de 2011

El verdadero underground

I admire them. They didn't have money or weapons; they were very clever, you know. They used everything Americans left behind to make new weapons, to dig new traps. They were less than us but they won the war.
En estos términos se expresó nuestro guía de los túneles de Cu Chi, un ex combatiente de la guerra del Vietnam de origen vietnamita-filipino que luchó en la marina americana y que formó parte de las operaciones de búsqueda y destrucción (Saerch and Destroy missions) en el área de Cu Chi, a unos 40 km de Saigón (HCMC) y a tan sólo 20 Km de la frontera con Camboya.
La guerra del Vietnam (o The American War, como ellos la denominan) ha sido uno de los conflictos amados más controvertidos e infames del s. XX. En dicha confrontación se dejaron la vida alrededor de 60000 americanos y más de dos millones de vietnamitas, entre soldados, guerrilleros y civiles. Por no contar con el ingente número de heridos y de afectados en general, las mal llamadas "víctimas colaterales". Entre la guerra y la posguerra, no quedó una sola familia que no hubiera perdido algo: la casa, las tierras, un familiar, un miembro del propio cuerpo o, en muchos casos, que no hubiera sido afectado por los agentes tóxicos que los EEUU vertieron por todo el territorio.
Desde 1965 hasta 1975 los soldados estadounidenses lucharon en las junglas vietnamitas contra un enemigo fantasma. El Viet Cong, la guerrilla popular vietnamita que luchaba a favor del Vietnam del norte, entabló una guerra de guerrillas para la que los americanos no habían sido entrenados. Atacaban de noche y durante el día se ocultaban bajo tierra, en una elaborada red de intrincados túneles que ellos mismos habían construido.
Estos túneles, en concreto los de Cu Chi, llegaron a medir 350 km de largo y a estar construidos en tres niveles diferentes: a 6, a 8 y a 10 metros de profundidad. A través de la red, los guerrilleros se movían rápidamente ante un enemigo pasmado que creía enfrentarse a un ejército mucho más numeroso. No sólo utilizaron los túneles para escapar y emboscar, en muchas zonas construyeron ciudades enteras bajo tierra en las que no faltaban cocinas, dormitorios, guarderías, hospitales improvisados, salas de reunión y por supuesto salidas de emergencia y respiraderos. Todo un mundo underground para resistir ante un enemigo mucho superior en armamento y número de hombres. Los túneles llegaron incluso hasta una de las bases americanas en la jungla, o mejor dicho, los americanos construyeron su base sobre la red de madrigueras sin darse cuenta.
Los americanos, sabiendo que se escondían bajo tierra, intentaron por todos los medios inutilizar los túneles. Usaron perros para seguir el rastro y encontrar las entradas a los túneles pero los VC construyeron trampas para cazar a los animales. Utilizaron granadas y bombas para destruir los túneles, pero los VC los reconstruían por la noche. Incluso entrenaron unidades para entrar en los túneles y matar a los guerrilleros, pero éstos los emboscaban incluso bajo tierra. El sistema de túneles fue, en definitiva, una de las armas más efectivas para la desmoralización de las tropas estadounidense que pasaban días enteros peinando kilómetros de terreno sin resultado y con numerosas bajas.
No hay que olvidar que el Viet Cong no era más que un ejército de liberación popular. No disponían de medios ni de soporte económico pero hicieron frente al poderoso enemigo con ingenio y amplias maniobras de reciclaje. Los marines pasaban por la jungla como un elefante en una cacharrería y dejaban tras de sí un arsenal de materiales que los guerrilleros reutilizaban, a saber, los neumáticos para hacer sandalias, las bombas explotadas para extraer pólvora o para realizar trampas. Todo se podía aprovechar. Así, sin darse cuenta el ejército americano se convirtió en el mayor proveedor de materiales para realizar armas del Viet Cong.

***
Era pleno agosto. Hacía un calor infernal en medio de aquella jungla. La humedad era tan alta que toda yo era transpiración y vaho. Avanzábamos siguiendo al guía, un hombrecillo asiático que decía haber combatido en la marina norteamericana durante la guerra del Vietnam. Hicimos varios altos en el camino: he aquí una trampa para matar perros, he aquí una trampilla para preparar emboscadas, he aquí una entrada al sistema de túneles que tenéis bajo los pies, he aquí un tanque americano abandonado tras la retirada, etc. Al final del recorrido se nos permitía hacer dos cosas:
1. Comprar balas y disparar en un campo de tiro controlado por el ejército. Se podían utilizar las armas que usaron los contrincantes de ambos bandos.
2. Recorrer una pequeñísima parte de los túneles, apenas unos 150 metros.
Me negué a disparar un arma; no es lo mío, pero me moría de curiosidad por ver los túneles con mis propios ojos.
No soy claustrofóbica y no me asusta la oscuridad, pero he de decir que a 8 metros bajo tierra y en fila india por unas galerías cuyo tamaño te obligaba a ir en cuclillas y con la cabeza gacha las cosas se ven desde otra óptica. La sección de túneles que nos dejan visitar está preparada para el turista: se agrandaron un poco las galerías (los vietnamitas son menos corpulentos y si los túneles se dejaban de tamaño original los occidentales nos quedaríamos atorados. Mal negocio.) y hay cada pocos metros una lamparita de luz ténue. Cada 30 metros hay una salida "de emergencia" que también sirve de respiradero, porque de otro modo no llegaría oxígeno suficiente. El guía nos dijo que no hacía falta llegar hasta el final del recorrido, que se podía salir por cualquiera de las salidas de emergencia. Pensé que exageraba. Las tripas se me hicieron un nudo bien prieto cuando vi que una de las chicas que iba en el grupo anterior a nosotros, nada más asomar la cabeza, había decidido no entrar. No me gusta nada, pensé, pero la gente es un poco exagerada. 
No sé cuanto tiempo estuve bajo tierra, probablemente no más de cinco minutos, pero a mí se me antojó toda una eternidad. El calor es insoportable ahí abajo, notas como tu respiración se hace pesada y costosa, tienes dificultad para moverte y también para avanzar (porque todos los turistas entramos en fila de uno y dependes de lo que corra el primero para poder seguir). No hay escapatoria, una vez dentro del túnel no puedes huir hasta la siguiente salida. Nada más bajar al primer nivel pensé: me va a dar un ataque de ansiedad y no voy a poder salir de aquí. ¡Qué sensación de asfixia! ¡Qué sofoco! Hacia delante cola de turistas que avanzaban despacito, hacia atrás más de los mismo. Me agarré con fuerza a mi compañero y apreté los dientes: no me voy a rendir. Pasamos junto a la primera salida de emergencia y superé la tentación de salir. El aire fresco que entraba me recordó que todo estaba bien. 
En un momento dado, la cola se detuvo. Recuerdo que nosotros estábamos en medio de la oscuridad y bastante lejos de una salida de emergencia. De nuevo me sentí atrapada y noté como se me aceleraba el pulso. Por culpa de los nervios me costaba respirar cada vez más y sentí el impulso de gritar y de empujar a todos para escapar... Pero aguanté y la fila volvió a moverse de nuevo. Pasamos por otras 3 salidas más pero ambos aguantamos como jabatos. Al salir de los túneles pensé que era la primera vez en mi vida que había sentido un terror tan real. Fue como si hubiera estado buceando a pulmón y de repente saliera a la superficie. Las impresiones eran reales allí abajo y la sensación de peligro se podía palpar. No podía parar de preguntarme cómo habían hecho aquellos hombres del siglo pasado para vivir en aquellas condiciones: bajo tierra, con calor, con poco oxígeno; con el sónido de los bombazos, de los tanques y de las ráfagas de ametralladora sobre sus cuerpos y con el miedo a morir agarrándoles las tripas con fuerza. Salir de nuevo a la atmósfera pastosa la jungla fue para mí como nacer de nuevo. Definitivamente, pensé, no me va el underground.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Storia di uno zaino (Terza Parte)

La voce di chi mi aveva raccolto era stridula, acuta. Il suo passo lento, simile a quello di una lumaca in confronto a quello del mio proprietario che camminava svelto. Come poteva essere successo? Mi chiedevo come fosse possibile che uno sconosciuto mi stesse portando via. Mi aveva rubato? Poco probabile, visto che la cosa più preziosa che avevo dentro era una valigetta di farmaci antidiarrea. Si era sbagliato? In quel caso doveva esserci uno zaino simile a me girando tristemente solo sul nastro trasportatore. E i miei veri padroni che cosa stavano facendo? Perché non intervenivano?
In quei confusi momenti sapevo solo che ci stavamo lentamente dirigendo verso la stazione dei treni dell'aeroporto di Milano Malpensa. Senza che nessuno fosse venuto a reclamarmi cominciai a intravedere da sopra la spalla del mio stridulo rapitore il treno che ci aspettava fermo al binario. Mi dicevo che tutto si sarebbe risolto, che all'improvviso l'essere bicefalo sarebbe ricomparso e mi avrebbe recuperato. Nulla di tutto questo. L'uomo dalla voce di gallinaccio mi appoggió sul portabagagli del treno e ce ne andammo.
Se la rideva coi suoi compagni di viaggio: era appena cominciata la loro vacanza nel nord Italia, in campeggio nelle valli alpine. Avevano già cominciato a bere da grandi bottiglie su cui potevo scorgere c'era scritto "birra". Erano in quattro, tutti dall'apparenza piuttosto giovane. I loro discorsi erano sostanzialmente stupidi. Mi sentivo perduto. Niente avrebbe potuto riportarmi indietro. E i miei padroni poi... Già perennemente preoccupati quando non c'erano problemi, figurariamoxciIl viaggio che avevo sognato in quel lontano paese chiamato Vietnam era ormai solo un sogno opaco. Passai tutta la giornata e la notte in una camerata d'ostello che odorava di piedi sudati. Il gallinaccio non mi aveva neanche aperto. Non si era cambiato neppure i calzini. Ero ormai sicuro che si era trattato di un errore. Avevo a che fare con un distratto imbranato che non aveva nessuna intenzione di lavarsi. Ci avrebbe messo secoli ad accorgersi dell'errore. Ero condannato ad attendere il mio destino in quella camerata puzzolente.
Prima di andare a letto finalmente il gallinaccio mi aprì per cercare il pigiama. Mentre mi apriva si lamentava gritando coi suoi compagni di viaggio "Ma dove sta il lucchetto che avevo messo?!". Ancora il sospetto che non fossi il suo zaino non gli passava nenche per l'anticamera del cervello. Intervenne allora uno dei suoi amici, chiamato se non ricordo male Juan: "Sei un coglione! ahahahaha... Come al solito ti sei perso qualcosa". Il gallinaccio intanto stava abbassando la lampo che avrebbe dischiuso il mio contenuto. Quando finalmente alzó la tela il suo volto si contorse in una smorfia strana, qualcosa a metà tra incredulità e divertimento. E si, perchè allo stronzo in fondo l'avere appena scoperto di essersi portato via il bagaglio di un altro lo stava divertendo. Devo aggiungere che dall'alito e dall'atteggiamento dei quattro compari non avevo alcun dubbio che durante la serata avessero bevuto parecchio di quello che gli umani, come seppi poi, chiamano alcol. Ammetto che gli insulti e i lazzi contro il protagonista dello scambio da parte dei suoi amici fu piuttosto esilarante. Anche io, triste com'ero, pieno di nostalgia e di pena per i miei padroni lontani (che chissà quanto arrabbiati erano per aver perso metà dei loro indumenti) non potei trattenere un sorriso.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Sombreros cónicos

Si hay una imagen representativa del Vietnam, ésa es la del campesino con los pies hundidos en el fango hasta las rodillas en el campo de arroz que se protege del sol y de la lluvia con un sombrero cónico. Uno puede pensar que pasados los años (y con un Vietnam claramente encaminado a ser uno de los países del sudeste asiático más influyentes entre los mercados extranjeros) el sombrero cónico no es más que un souvenir, un vestigio de tiempos remotos. Lo cierto es que aunque sea el típico objeto que muchos turistas compran para protegerse del sol (venga, va, que sí, que todos perdemos la  vergüenza cuando creemos que nadie nos conoce), no ha quedado entre la población local como una reliquia desfasada. Al contrario: es bastante común entre los vietnamitas. Como común es que los vendan por las calles de todas las ciudades del país. Desde un buen principio me había negado a comprar un sombrero cónico; me parecía una turistada, como el típico gorro mexicano que compran los guiris en las Ramblas. Y eso que me había comprado un gorro, pero nada que ver con el típico sombrero veitnamita.
Y mira tú por dónde que paseando por las calles de Saigón un sombrero cónico llegó a mis manos a cambio de un dólar americano. Al pasar por una de sus amplias avenidas, me quedé pasmada mirando una colección de sombreros que estaban apilados en medio de una acera. La peculiaridad no era el almacenamiento sino sus diferentes medidas, que iban desde el tamaño real hasta unos ínfimos gorritos que resultarían el outfit más apropiado de la Barbie Viet Cong. Eran tan monos como inútiles, así que nos dispusimos a seguir camino. De repente, fuimos asaltados por una mujer, la artesana, que prácticamente me metió el minigorrito por los ojos. Un dólar era un precio excesivo si se tiene en cuenta lo que cuestan las cosas en Vietnam pero por otro lado, como decirlo, a mí no me sacaba de pobre.
La vendedora utilizó la cháchara para convencernos de lo necesario de la compra. Nos preguntó el nombre, la procedencia, el tiempo que llevábamos por su país y satisfecha su curiosidad sobre datos banales entró en fonduras. Típica conversación: 
you married?
No.
Ah, you friends?
Not exactly.
Hasta aquí todo normal. Pero, no sé por qué, esta vez añadí "We are something more than friends". Y para mi sorpresa la mujer se ruborizó como una colegiala al ser preguntada por el novio. Empezó a reirse tapándose la boca y palmeándose las piernas. Fue muy gracioso. Después se puso seria, miró a mi acompañante fíjamente a los ojos y le dijo: "You be good to her!". En su medio inglés nos explicó que era soltera, aunque ya estaba en la sesentena, que su único medio de vida era la venta de souvenirs. Durante la guerra tuvo un novio, un prometido, pero al final la abandonó para huir del país. Ella lo esperó, porque le había prometido que volvería a por ella o que la ayudaría a expatriarse, quizás. Sin embargo supo por  terceros que, en el exilio, él se había casado. Ella nunca más se casó. Puede que fuera un exceso de fervor romántico, aunque más seguramente la falta de hombres solteros y jóvenes tras la guerra, o el no disponer de dote que ofrecer a la familia del futuro marido fueran causas más que probables de su soltería. La cuestión es que no creo que su historia fuera tan insólita. Seguramente la guerra dejó atrás muchas viudas y mujeres solteras incapaces de encontrar marido. 
Por eso, por lo simpático de la situación y porque era muy bonito, adquirí mi sombrerito cónico como una turista más.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Storia di uno zaino (Seconda Parte)

I miei acquirenti mi portarono a casa e mi chiusero in un ripostiglio oscuro. Abituato alla luce del finestrone del negozio mi ci volle un po' per rifarmi gli occhi. Ma non dovetti resistere molto: ce ne andammo solo 4 giorni dopo. La meta del viaggio doveva essere molto vicina alla mia terra d'origine, perché la parola "Cina" ricorreva spesso quando se ne parlava. Lo chiamavano Vietnam, e sentii dire che era una lunga striscia di terra bagnata dal mar della Cina, che si allargava nella parte più a nord e in quella più a sud, e che un tempo si era chiamato Indocina.
Dal mio nuovo ripostiglio riuscivo a sentire quello che i miei proprietari si dicevano. Erano preoccupati, sempre ed irrimediabilmente indecisi, non sapevano se avevano fatto il passo più lungo della gamba decidendo di andarsene così lontano. A me sembravano paranoici: persino uno zaino come me sa che c'è meno rischio ad andare in giro per il Sud-Est Asiatico che in qualsiasi periferia di una grande città occidentale.
Arrivò dunque la vigilia della partenza. Tra un "ce la faremo?!!" e l'altro mi riempirono di vestiti, necessaires per la toletta e anche una borsa di pelle piena di medicine antidiarrea, antizanzare e una macchinetta elettrica per tagliarsi barba e capelli. Il giorno dopo ce ne saremmo andati all'alba, ma dal ripostiglio potevo sentire i miei due padroni discutere in camera dei pericoli e delle trappole che si sarebbero trovati davanti. Alla fine si addormentarono giusto un'oretta prima che suonasse la sveglia.
All'alba, dopo avermi allungato, accorciato, riallungato, stirato e pressato per circa mezz'ora, finalmente trovarono quella che a loro sembrava la misura giusta per caricarmi in spalla. Allora mi resi conto che con noi veniva un altro mio simile, un po' più piccolo di me ma molto più sgargiante: era verde pisello. Arrivammo all'aeroporto e fui protagonista del primo check-in della mia vita. Avevo sentito parlare di quella fastidiosa operazione quando ero ancora nel magazzino della fabbrica dove ero stato prodotto. Alcuni operai dicevano che tutte quelle corde e gancetti che pendono da noi zaini erano facilmente soggetti ad impigliarsi in qualche gancio dopo il check-in, durante il percorso sul nastro trasportatore diretto al rimorchio che poi ci avrebbe portati all'aereo.
Quando l'impiegata finalmente mi applicò l'etichetta adesiva con la sigla dell'aeroporto di destinazione facendola passare attorno al mio manico superiore, non mi sentivo più tanto tranquillo e il mio umore era sempre più simile a quello dei miei paranoici proprietari.
Tutto invece andò bene. Superai senza agganciarmi da nessuna parte i 300 metri di nastro trasportatore, caddi da circa 3 metri in una grande stanza senza finestre, un paio di personaggi con un giubbotto giallo fosforescente si avvicinarono, mi presero, contrallarono cosa c'era scritto sulla mia etichetta (MPX) e mi misero su un grosso rimorchio tirato da un furgoncino. Arrivai senza ostacoli all'aereo della compagnia Vueling diretto a Milano Malpensa. Noi bagagli siamo una categoria piuttosto bistrattata: ci tirarono senza tanti complimenti nella stiva dell'aereo e ci ammassano tutti uno sopra l'altro in pochi minuti.
A Milano ci gettarono su un altro carro, ci portarono nella zona arrivi dell'aeroporto e ci misero su un nuovo nastro, pronti per ricongiungerci di nuovo coi nostri padroni. Cominciai a girare, e vedevo gli sguardi attenti dei passeggeri che ci aspettavano pronti ad afferrarci. Due mani mi presero improvvisamente e mi caricarono su spalle che... Non mi sembrarono per nulla quelle dell'essere bicefalo. Non era l'essere bicefalo! Ne fui assolutamente sicuro quando lo sentii parlare.
FINE SECONDA PARTE


jueves, 1 de septiembre de 2011

Medios de transporte alternativos

Carros...
Motocarros...

Bicicletas...

Ciclos...
Y motos...
 
Y más motos...

Y aún más motos
Y...

Una imagen vale más que mil palabras.
¿Quién quiere furgonetas teniendo un vespino?

Storia di uno zaino (Prima Parte)

Sono nato in Cina circa un anno fa, ma non si sa per quale ragione ho un nome da indigeno delle Ande: Quechua. Il mio destino era già scritto: me ne sarei andato di casa appena nato, ammassato in mezzo a tanti miei simili nell'oscurità di un container. Sarei partito per un lunghissimo viaggio che mi avrebbe portato in un mondo sconosciuto.
Mi avevano fatto di grandezza media, alcuni dei miei compagni di viaggio più grandi avrebbero potuto contenermi. Sono scuro, quasi nero, e la sporcizia che mi si attaccava addosso durante il viaggio non si vedeva troppo. Sopra mi avevano adagiato i compagni più piccoli, alcuni dei quali avevo sentito dire che avrebbero portato dentro di sé qualcosa chiamato "libri".
Sbarcammo una fredda mattina d'inverno e l'unico suono erano le stridule grida di grossi volatili bianchi che si aggiravano per il porto. Ci divisero in gruppi, e ogni gruppo fu portato in uno dei negozi della catena "Decathlon". Ricordo il nome perché mi misero un'etichetta blu addosso appena entrai. A me era toccato un negozio vicino al porto e dallo scaffale dove mi avevano appoggiato intravedevo il mare. Qualche mese passò prima che se ne andassero un paio di esemplari identici a me che mi stavano sopra e mi coprivano, e diventassi alla portata di tutti.
Un giorno passò di lì una coppia, o forse era un essere bicefalo, non l'ho ancora capito bene. Le loro idee non erano chiare: si aggiravano indecisi per il negozio, non sapevano dove volevano andare, che viaggio volessero fare: quindi non sapevano quale zaino gli servisse. Erano due teste (forse dello stesso corpo) che parlavano e parlavano: dove andremo? come faremo? andrá tutto bene? Si erano fermati davanti a me, mi guardavano fisso. Un ragazzo vestito con uno strano giubbetto grigio senza maniche arrivò e cominciò a spiegargli alcune delle mie caratteristiche, di cui io non sapevo quasi nulla. È una sensazione curiosa quando qualcuno sa molto più di te su come sei fatto.
Non c'era verso che si decidessero ed io ero già sicuro che non mi avrebbero mai portato via. Ma alla fine a sorpresa si decisero... Solo che invece di prendermi scelsero l'esemplare identico a me che mi stava sotto! Cominciai a imprecare. Magari la vita nel negozio con vista mare non era così male. Ma io volevo cominciare a fare ciò per cui sapevo di essere nato. Volevo viaggiare sulle spalle del mio propietario, portando dentro di me tutto ciò che di più intimo avrebbe avuto: calzini, mutande, forse persino soldi e documenti. Però avevano preso quel mio simile che stava sotto di me. Perché? Questo bisogna chiederlo alla parte femminile dell'essere bicefalo, o della coppia. Una delle poche cose che ho capito delle persone è che le femmine sono sempre più prudenti dei maschi. Mi pare che quella testa di donna avesse pensato che potessi essere danneggiato: dal momento che ero sopra a tutti gli altri tutti i potenziali compratori avevano potuto toccarmi e quindi in qualche modo rovinarmi. Imprecavo e imprecavo, convinto di dover passare il resto della mia vita su quello scaffale. La fortuna però volle che chi era davvero danneggiato era quel mio compagno d'avventura, a cui mancava un pezzo importante: una fibbia di plastica indispensabile per chiuderlo. Il commesso tornò, rimise a posto il mio confratello e tornò dalla coppia indecisa (o essere bicefalo) con me in mano.
FINE PRIMA PARTE

miércoles, 24 de agosto de 2011

Buy something? buy something?

Esta curiosa cantinela nos ha acompañado por las diferentes ciudades y villorrrios vietnamitas que hemos visitado. Acostumbrados a comerciar con los extranjeros, ya fueran los soldados de las recientes guerras o los turistas de hoy en día, los infatigables vendedores te persiguen por las calles portando sus cestas o bicicletas repletas de productos que puedan interesar (o no) al visitante. Insufribles, abrumadores y fastidiosos, estos pequeños comerciantes del souvenir barato y de dudosa calidad atosigan a los incautos que se aventuran al turisteo a pie. Si a esto se le suma los cazadores de clientes para todo tipo de establecimientos de restauración y hostelería, los que ofrecen los Ciclos o las motos con chófer y los taxistas que ansiosos tocan el claxon para que te montes en su confortable vehículo, una visita a una ciudad vietnamita se puede comparar con la jornada habitual del famoso que huye de los paparazzis y la prensa.
Hay que aplaudir, sin embargo, sus fabulasas técnicas de mercadeo (o de márketing, como dirían los expertos). No hay cliente que se les resista.  Veamos varios ejemplos:
1- El ingenuo turista pasea como puede por las aceras de la ciudad, esquivando todo tipo de cachibaches desparramados por el pavimento, cuando de repente, casi sin darse cuenta, una vendedora de frutas le empotra sobre los hombros sus tradicionales cestas colgadas de un palo largo. "Picture, picture", dice sonriente. El pobre extranjero acepta feliz, se hace la foto con la pesada carga y, cuando se la devuelve a su legítima dueña ésta le cobra... por derechos de imagen, supongo.

Vendedora con sus cestas en el mercado de Hoi an
2- El cándido turista deambula por la ciudad maravillado por los ruidos, olores y colores de las calles agitadas cuando se embelesa con algún detalle de un pintoresco edificio (tienda, árbol, etc) que está en la acera de enfrente. Casi sin darse cuenta un vendedor se interpone entre él y su objeto de admiración y establece contacto visual. Bien, en ese momento el turista no lo sabe, pero acaba de firmar un contrato de compra. Casi con total seguridad acabará con un par de sombreros cónicos, un paquete de llaveros, un par de imanes de nevera y unos cuantos budas de madera. Queda claro, pues, que hay que evitar el contacto visual.
3- El inocente turista pasea tranquilamente por la calles de la ciudad cuando algún souvenir en un escaparate llama su atención. Al pararse a mirarlo más de cerca aparece el tendero que lo enreda para que lo compre, a pesar de que el turista había decidido no hacerlo ya.

Souvenirs en un escaparate de Hanoi
4- El turista experimentado (que ya ha caído en las triquiñuelas anteriores) descansa tras una larga jornada, convencido de que es imposible que algún otro comerciante lo embauque. Se asoma a la ventana de la habitación de su hotel al atardecer y... ¡zas! "buy something, buy something"... La vendedora ambulante le ofrece cervezas y tabaco desde la calle.
5- Una variante de la anterior técnica se puede producir en un tren. Uno está tranquilo en su compartimento esperando a que el tren arranque y distraidamente mira por la ventana. En esas milésimas de segundo en que posa su mirada tras el vidrio aparece una vendedora blandiendo una lata de cerveza y haciéndole señas para que se aproxime a la puerta más cercana.
6- Una tercera variante incluye junco chino y barca de remos. El turista está al atardecer admirando la puesta de sol en la bahía de Halong desde un junco chino, se reclina sobre la borda y aparecen al instante tres o cuatro barcas a remos pertrechadas de todo tipo de víveres y souvenirs. "Buy something, buy something".

Vendedoras en barca en la Bahía de Halong
7- La más elaborada de sus técnicas incluye la cháchara. El vendedor le da conversación al viajero. Se sienta a su lado, le pregunta por su nombre, su procedencia, lo piropea, le da su bendición, le desea suerte y, cuando el turista ha caído por completo en la trampa, le enchufa tres o cuatro souvenirs.

Vendedoras ambulantes en la playa de Mui ne
En mi opinión, ésta es la más efectiva de las técnicas. Yo caí de cuatro patas en los alrededores de la playa de Cua Dai (Hoi an) con una vendedora llamada Mango. En mi defensa he de decir que era muy simpática y que resulta difícil decirle que no a una persona que se ha sentado a tu lado y te ha contado cosas muy interesantes sobre la cultura vietnamita.

martes, 23 de agosto de 2011

Hasta la cocina

A los vietnamitas les gusta vivir en la calle. Comen en la calle, cocinan en la calle, lavan los platos en la calle, se asean en la calle y, por supuesto, duermen en la calle. No tengo muy claro si lo hacen por costumbre, por calor o por falta de espacio. De lo que sí doy fe es de que este hábito hace las aceras impracticables para el pobre peatón, relegado a la carretera para poder moverse por la ciudad. Sí, las aceras no son feudo peatonal. Pertenecen a las familias, que sacan sus hornillos a la calle, cocinan su cena y se sientan en los taburetitos azules o rojos de plástico a la fresca, sin importarles el tiempo que hace o si molestan a sus convecinos. En definitiva hay que tener cuidado al pasear por las calles de las ciudades, si te descuidas te metes en casa de un vietnamita... Hasta la cocina.

lunes, 22 de agosto de 2011

Il traffico

Montaudio è un essere bicefalo. Come in ogni essere bicefalo che si rispetti le sue due teste ragionano separatamente, a velocità diverse, selezionando impressioni diverse. Parlano addirittura lingue diverse. A volte però i loro pensieri convergono, i punti di vista si accomunano, da due sembrano diventare una. Eh si, perché bisogna remare nella stessa direzione quando si va a 10mila chilometri da casa. Va bene che il mondo è cambiato, che le distanze si sono ridotte e che viviamo nel villaggio globale. Però nel sud-est asiatico senza un minimo di organizzazione e di idee chiare, e soprattutto senza armonia tra yin e yang, non si va lontani.
Uno dei primi momenti (anche se non il primo) in cui è servita armonia tra le due teste è stato di fronte a un problema molto concreto e in apparenza semplicissimo: dovere attreversare la strada. Non so se siete mai stati in Vietnam o in un paese simile dal punto di vista del traffico. Io non c'ero mai stato. Al massimo mi ero trovato alle prese con l'ora di punta nel centro di Roma: il caos motorizzato più grande che avessi mai visto. Roma ha mantenuto la leadership fino all'arrivo ad Hanoi, capitale della Repubblica Socialista del Vietnam.
Man mano che ci avvicinavamo alla cittá provenienti dall'aeroporto, vedevamo aumentare di chilometro in chilometro il numero delle auto, delle bici e soprattutto delle moto di ogni colore, età e cilindrata lungo la scalcinata autostrada. Il nostro autista trasformava la traiettoria della sua vettura da linea retta a qualcosa di sempre più simile a uno zig-zag. Solo delle mani sapienti potevano maneggiare il volante in maniera da far svoltare la macchina all'improvviso per evitare centinaia di schegge impazzite che sembravano gettarglisi addosso. Entrati nella periferia di Hanoi non si trattava più di schegge, ma di un flusso continuo di formiche impazzite. Le strade erano sì divise in corsie, ma nessuno sembrava curarsene: tutti invadevano lo spazio di tutti. C'erano stop, dare la precedenza, semafori, strisce pedonali e persino qualche rotatoria: non erano altro che addobbi con l'unico scopo di interrompere la monotonia dell'asfalto. Potrei descrivere questo marasma con due parole: anarchia stradale.
Ma il traffico non è solo imponente in quantitá e qualitá: è devestante anche in quanto a decibel. Ognuno dei milioni di motoristi, delle decine di camionisti e conduttori d'automobile si sente in dovere di suonare il clacson ogni 2 o 3 secondi. Se si esce da un passo, se ci si immette in una rotatoria, se si passa uno stop o un semaforo, non ci si preoccupa di guardare se sta arrivando qualcuno,di fermarsi, di guardare se è verde o rosso. L'unica cosa che si fa è suonare all'impazzata, affinché tutto il resto del formicaio impazzito si renda conto che stai arrivando, che ci sei.
Il centro della città è un vortice senza fine. Le strade sono come fiumi in piena. Non capivamo come la nostra auto non venisse risucchiata dalla corrente. Invece di cominciare a girare su sé stessa ed essere sbattutta di qua e di là dalle enormi mareggiate fatte di motorini, il nostro sapiente autista riusciva a trovare dei minuscoli spiragli, dei passaggi segreti in mezzo al caos, che solo lui poteva vedere. A tratti si faceva largo con astuzia, altre volte i varchi se li apriva lui di potenza e a sonori colpi di clacson. Dopo 1 ora circa di viaggio nella tempesta arrivavamo all'hotel, il piccolo ma confortevolissimo, nuovissimo e pulitissimo "Sans Souci IV".
Dopo una doccia veloce, cominciava la nostra avventura ad Hanoi. Ora io e la mia testa complementare dovevamo avventurarci a piedi nella bolgia dantesca. La zona dell'hotel era fatta di viuzze stretta. Cercavamo di camminare sui marciapiedi ma era impossibile. Lo spazio era quasi del tutto occupato da tavolini e piccoli sgabelli davanti all'entrata di ogni casa, venditori ambulanti di cibo di dubbia qualità, motorini parcheggiati ovunque, altari pieni di offerte alimentari per i familiari defunti. La gente in Vietnam vive in strada. Dentro casa fa troppo caldo e allora si esce fuori a mangiare, parlare, dormire, lavare i piatti, cucinare, spesso anche pisiciare e cacare. E tutto ciò lo si fa sui marciapiedi. Il pedone deve allora arrangiarsi a camminare sulla strada, il più vicino possibile al marciapiede. Anche noi eravamo diventati parte del flusso magmatico del traffico di Hanoi.
Ma il primo scoglio, la prova del fuoco del turista neofita è attraversare la prima grande strada. All'inizio sembra impossibile. Ci dicevamo quasi urlando, per superare il muro di suono dei motori e dei clacson, "non ce la faremo mai!". Osservavamo attoniti il fiume umano e meccanico che scorreva di fronte a noi. Non avevamo il coraggio di metterci dentro neanche un piede. Molti passanti ci guardavano divertiti. Altri ci offrivano souvenirs e conduttori di xe om ci facevano segno di salire. Per qualche strana ragione, in uno dei momenti in cui le due teste di Montaudio, l'essere bicefalo, ragionano all'unisono e prendono la stessa decisione senza bisogno di dire una parola, all'improvviso ci siamo gettati nella corrente decisi a guadare il fiume. E le acque si sono biblicamente aperte. Tutti i motoristi impaziti ci evitavano con manovre delicate, senza per questo doversi fermare. E suonando sempre e comunque il clacson.
Come ci avrebbe poi raccontato il ragazzo alla reception dell'hotel di Saigon, non c'è ragione di avere paura di attraversare la strada in Vietnam. Una famiglia di turisti canadesi era rimasta paralizzata come noi sull'orlo del marciapiede. Non potevano muoversi neanche di un passo. Il ragazzo, Anh, disse loro di stare tranquilli: arrivare dall'altra parte sarebbe stata la cosa più facile del mondo. "Guardate me": chiuse gli occhi e come una pietra gettata in acqua e destinata senza dubbio ad arrivare al fondo, si incamminó con passo sicuro fino al lato opposto. Agli increduli turisti, con saggezza orientale, disse poi: ecco, vedete, è facile: se vuoi arrivare dall'altra parte comunque ci arrivi, non importa quello che ti trovi nel mezzo.



¿Templo o pagoda?

Cuando uno entra en Vietnam, y se deja atrás Tailandia, las diferencias se acentúan, se dilatan y se respiran. Son países con historias diferentes, lo que conlleva un bagaje político, cultural y arquitectónico distinto. Además, las mayorías y minorías étnicas también divergen. En Tailandia, por ejemplo, la etnia mayoritaria es la Thai, mientras que en Vietnam es la Kinh; no en vano Viet-nam significa "la gente Kinh que vive al sur de la China". Ahora bien, si una cosa tienen en común ambos países es que la mayoría de la población es budista.
El budismo, procedente de la India, se extendió rápidamente por los países del sudeste asiático, pero se arraigó con diferencias. La doctrina budista que prevalece en Tailandia es la escuela Theravada, considerada mucho más ortodoxa. En cambio, la corriente doctrinal que predomina especialmente en el norte del Vietnam es la del budismo Mahayana, mucho más difundido en países como China, Japón y Corea. Aunque las diferencias entre ambas ramas son notorias, ambas doctrinas conviven en Vietnam, pues en el sur del país el budismo Theravada es mayoritario.
Lo primero, pues, que te llama poderosamente la atención al cruzar la frontera del Vietnam es la variedad de edificios religiosos que adornan las ciudades y los pueblos del país. Edificios (pagodas o templos) que no se parecen mínimamente a los grandes templos budistas de Bangkok que habíamos vistado tan sólo un día antes. A simple vista es fácil deducir que la religión y la expresión de la misma en Tailandia es mucho más armónica, quizás pura. En Vietnam, en cambio, como casi todo, la religiosidad es caótica y sincrética.
Debido a su localización geográfica, Vietnam sufrió varias invasiones y algunas tuvieron como consecuencia siglos de sometimiento. En especial la ocupación china, que data del 111 a.C. y perduró por un milenio, ha dejado muchas huellas desde un punto de vista cultural, espiritual y religioso. Sin dejar de luchar contra la dominación extranjera, los vietnamitas, artistas en el arte de la fusión, seleccionaron y asimilaron aquellos aspectos de la civilización china que más acordes estaban con su modus vivendi o sus costumbres. Esta actitud la han mantenido con otros pueblos invasores a lo largo de su historia, y de ellos han aprendido nuevas cosas (como la receta del pan que proviene de Francia). Así pues, fue a través de la China por dónde entraron otras religiones y filosofías de importancia capital para la espiritualidad vietnamita: léase el confucianismo, el taoísmo o el mismo budismo.
Las pagodas y templos vietnamitas diseminados por todo el país reflejan esta diversidad espiritual y religiosa. En Vietnam la práctica religiosa es extremadamente ecléctica por lo que puede darse el caso de que en un mismo templo o pagoda se mezclen imágenes de Buda con demonios y dioses Taoístas o con una estatua de Confucio. Una de las carácterísticas principales de la religión en Vietnam es que habitualmente se le reza a personas reales de la historia de la comunidad, ya sean monjes o maestros Zen, antepasados o el mismísimo Ho chi minh. Estos personajes venerados tras su muerte se encuentran (con excepciones) en los templos. Las pagodas, en cambio, son los edificios religiosos en los que se reza y se realizan los cultos relativos al budismo o al Taoísmo. Pero como ya he dicho, en su afán de fusionar, a menudo estas reglas se rompen.
Capítulo aparte merece el culto a los antepasados, que los vietnamitas defienden como la costumbre más ancestral que aún mantienen, anterior incluso a la entrada del budismo en el país. En cada casa se dispone un altar para poderles rendir culto mediante ofrendas de alimentos e incienso. Asimismo, los familiares de los difuntos queman dinero para ofrendas (obviamente no tiene valor real) para que los antepasados dispongan de fondos para sobrevivir en el más allá, pudiendo llevar una llevar una existencia en el otro mundo mejor. El no rezar a los antepasados y no rendirles el culto apropiado conlleva una impiedad filial que condena a los ancestros a una vida infernal en la que vagarán por este mundo infelices.
A nosostros no dejaba de sorprendernos lo kistch de algunas de estas aras familiares, con lucecitas incorporadas que brillaban de manera intermitente cual árbol de Navidad. También disfrutábamos mirando las ofrendas de alimentos, a veces más abundantes, a veces regadas por generosos caldos (mayoritariamente latas de cervezas y chupitos de licor). Yo me preguntaba que harían con esos alimentos, porque no se veía ninguno podrido. Finalmente en uno de los hoteles (que también disponían de su propio altar de difuntos) se aclararon mis dudas. Lo que hacen es disponer los alimentos delante del altar, quemar incienso y dejarlos expuestos durante un par de días. Pasados ese tiempo se retiran y se cambian por otros. Práctico, sí, señor.
A continuación, os dejo con algunas imágenes de templos y pagodas.
 PAGODA NGOC HOA O DEL EMPERADOR DE JADE: Mezcla de budismo y taoismo. Saigón
 ALTAR PARA EL CULTO A LOS ANCESTROS, Saigón.
 PAGODA DEL PILAR ÚNICO, Hanoi.
 PAGODA DEL PERFUME: Complejo de templos estandarte vietnamita del budismo Mahayana.
 TEMPLO DE QUAN CONG: se venera al general chino Quan Cong, un símbolo de integridad, lealtad, sinceridad y justicia. Hoi An.
TEMPLO DE LA LITERATURA: Se venera a Confucio y Zhou Kung, los dos fundadores del confucionismo. Hanoi.

martes, 16 de agosto de 2011

What the Phở...???

Phở por aquí, Phở por allí, Phở por todas partes. Después de dos días en Vietnam la primera palabra que habíamos aprendido era Phở. El problema es que no podíamos entender su significado porque nos la habíamos encontrado en varios contextos. Por un lado, formaba parte del nombre de todas las calles: phố Ngo Quyen, Hang Khay, Trang Tien, Hang Bai, etc. Por otro lado no nos costó asociarlo a la gastronomía vietnamita pues en casi todos los restaurantes y puestos callejeros anunciaban en orgullosos carteles Phở Bo. Lo que es más, el primer día que estuvimos en Hanoi habíamos comido en un restaurante (en realidad formaba parte de una cadena de restaurantes que volvimos a frecuentar en otras ciudades) que se llamaba PHO 24. WHAT THE PHO...??? 

Nos decíamos que probablemente su significado era "calle" porque la palabra iba delante de todos los nombres de  calles pero luego, al verlo en los menús de los restaurantes, nos convencíamos de lo contrario. Un artículo, pensé, por eso nos lo encontramos en diferentes contextos; pero tampoco cuadraba. Al llegar al hotel, muertos de curiosidad se lo preguntamos a la amable recepcionista, siempre dispuesta a ayudar, y nos dijo que PHO significaba "sopa de fideos". Al preguntarle que por qué formaba parte de todos los nombres de calles nos contestó que PHO tambén significaba calle. Y no nos dió muchas más explicaciones. En realidad lo que nos dijo no era 100% correcto. 

Cuando llegué a casa me puese a investigar un poco más a fondo sobre la cuestión y he aquí la solución al enigma. El vietnamita es, según los filólogos, una lengua austroasiática, aunque contiene mucho vocabulario proveniente del chino. Hasta principios del sXX se escribía con ideogramas chinos, pero la mayoría de la población era analfabeta. La revolución comunista se propuso alfabetizar a la población pero se dieron cuenta de que el sistema de carácteres chino no era adecuado para una alfabetización masiva, ya que era mucho más difícil de entender y de enseñar. Por eso, el vietnamita se empezó a escribir con el alfabeto latino, mucho más asequible para dichos fines.

De este modo, su sistema vocálico es sencillo: a, e, i, o, u. Ahora bien, los valores fonéticos de las vocales son muchos, muchísimos más. ¿Cómo diferenciar entonces un sonido vocálico de otro si no es inventando una nueva grafía para la vocal? Pues añadiendo diferentes signos y acentos diacríticos. Éste era nuestro problema de base con el PHO: en realidad son dos palabras diferentes y muy posiblemente se pronuncien de modos diferentes también. Phở (sopa de fideos) y phố (calle). 

Las phố las perdimos pronto de vista porque en nuestro siguiente destino (Hue) las calles ya no se llamaban PHO nada, se llamaban Duong algo. Los deliciosos phở, en cambio, nos acompañaron hasta el final del periplo, y me alegro, porque están muy buenos. Esta receta es probablemente una de las más conocidas de Vietnam. Dicen algunos que la palabra phở viene del francés feu, y de hecho, la pronunciación puede recordar un poco. Parece ser que el predecesor de este riquísimo plato fue el pot-a-feu francés que se introdujo en la antigua indochina durante la dominación gala del territorio, y de ahí su nombre.

Los vietnamitas los toman normalmente de desayuno, aunque también se pueden comer a mediodía o a la cena. El plato es una sabrosa sopa de ternera (Bo) y fideos de arroz con verduras. Por supuesto se ha de comer con palillos y cuchara. En Hanoi, además, la comen con unas barritas de pan frito (procedentes de china) que se mojan en el plato. Además de las verduras del caldo, en todos los restaurantes suelen poner un plato con limones cortados, brotes de soja, guindillas troceadas y otras hojas que a nosotros nos parecían de geráneo (por supuesto, no lo eran). Así, cada uno se condimenta la sopa al gusto.

Sin más os dejo con una foto de esta exquisita especialidad. En el fondo, los geráneos.



lunes, 15 de agosto de 2011

Cómo conseguir un visado para Vietnam en Bangkok

o de cómo organizar un viaje al Vietnam in extremis. Como la mayoría de vosotros sabréis, Vietnam es el único país del sudeste asiático para el que es necesario arreglar el visado antes de entrar en el país. En países como Tailandia, con un enfoque muy turístico, sólo es necesario tener el pasaporte en regla  y un billete de avión de ida y vuelta para cruzar la frontera. Si eres ciudadano de la Unión Europea, por ejemplo, ni siquiera has de pagar el visado; puedes turistear 30 días gratuitamente por el país. En Laos o Camboya se arregla el visado al cruzar la frontera, si es por tierra en los puestos fronterizos y si es por aire en el mismo aeropuerto. 
Para conseguir un visado turístico al Vietnam desde España hay que ponerse en contacto con la embajada de Vietnam en Madrid, enviarles los documentos necesarios y el pasaporte por correo y esperar a que te lo devuelvan ya visado del mismo modo. El visado no es nada barato, cuesta unos 65 €. Para más información, podéis poneros en contacto con la embajada en esta dirección: http://www.vietnamembassy.es/ 
Los únicos países europeos que no han de pagar visado para entrar en el país son Finlandia, Dinamarca, Suecia y Noruega. ¿Sabéis por qué? porque fueron los únicos que no reconocieron el bloqueo económico decretado por EEUU después de la guerra. España no dispone de ningún tipo de acuerdo de exención de visado con Vietnam, o sea, que viajes por lo que viajes: pagas.
Ahora bien, si como nosotros no sabéis si vais a poder viajar hasta 4 días antes de que salga el vuelo, la mejor solución es conseguir el visado en otro país. Nosotros, concretamente, entramos a Asia por Tailandia, Bangkok. Y fue en la embajada de Vietnam en Bangkok donde nosotros arreglamos el nuestro. A continuación detallo el procedimiento que seguimos.
La embajada de Vietnam se encuentra en Soi Wittayu, en la zona de embajadas de Bangkok. Para llegar se puede coger el Skytrain y bajar en Phloen Chit.Una vez en la estación, sólo hay que seguir las indicaciones Vietnam Embassy y salir por la salida adecuada. El edificio se encuentra poca distancia de la estación, apenas una manzana si no recuerdo mal, en la acera izquierda de la calle. 
La embajada está toda rodeada por un muro de color blanco bastante feúcho y la puerta principal (la que se usa para que entren coches) no suele estar abierta. A mano derecha hay una puerta que abre de 8.30 a 11.30 y de 13.30 a 16.30. Es aquí donde se ha de solicitar el visado. Hay, básicamente dos tipos de visado turístico: el de entrada única y el de entrada múltiple. Decidid bien cuál será vuestra ruta antes de pedir uno u otro. El primero, en el momento en que se abandone el país, perderá validez, por lo que si vuestro plan de viaje incluye varias entradas y salidas al país necesitaréis pedir un visado múltiple. Es imposible volver a utilizar un visado de entrada única puesto que al abandonar el país lo sellan (USED). El precio también cambia; por lo que sé, el segundo es más caro, pero no puedo deciros la tarifa exacta.
Antes de viajar a Bangkok, nos informamos bien de dónde estaba la embajada vietnamita y de si se podía pedir allí el visado. Encontramos infinidad de páginas, algunas más útiles que otras, en las que la información más o menos era la misma. Todos coincidían en que había que esperar 3 días para que te entregaran el pasaporte visado y que el precio oscilaba entre los 25 y 30$. También  informaban de la posibilidad de  pagar un poco más para poder obtener un visado express. En las páginas más optimistas el precio del visado express oscilaba los 40$ (unos 30€). Para que vosotros, incautos viajero in extremis, no os quedéis tan planchados como nosotros os diré que nosotros conseguimos el visado en el mismo día en que lo solicitamos y que además no se nos dió la oportunidad de pedir un visado no express. De hecho, el señor tras la ventanilla hablaba un inglés infernal imposible de entender por lo que simplemente hicimos lo que nos pidió: volver a las 16.00 del mismo día.
Nosotros llegamos a la embajada hacia las 11.00 de la mañana. Una vez allí, rellenamos una solicitud de visado y pegamos una de las dos fotografías que nos exigían para tramitarlo. La otra foto nunca nos la pidieron. A propósito, os aconsejo que os llevéis las fotos desde España porque por allí cerca no es fácil encontrar un fotomatón a pesar de lo que os digan. Veréis que en la solicitud de visado se os pedirá mucha información como por ejemplo en qué empresa trabajáis y el número de teléfono. Si no os sabéis el teléfono de vuestro lugar de trabajo no os preocupéis, nosotros pusimos el de casa y nadie dijo nada.
El señor de la ventanilla nos informó de que podíamos recoger el visado esa misma tarde a las 16.00 y nos pidió exactamente 2700 bahts por persona (la friolera de 60 € o lo que es lo mismo 90$ por un visado express que se puede recoger en el mismo día). No os dejéis engañar, pues, si os dicen que hacer el visado en Bangkok es más barato que tramitarlo en España. Es mentira: nosotros pagamos lo mismo. Eso sí, el visado fue express. 
Y para muestra dejo esta foto de nuestro visado expedido en Bangkok: era el comienzo de la aventura...


¡González Díaz es idiota!

Sí, no hay otra explicación, porque hay que ser un verdadero idiota para confundir tu mochilita de 50 litros medio vacía con una mochila de 70 litros el triple de grande y el cuádriple de pesada. Por si esto no fuera suficiente, el muy imbécil tardó un día entero en darse cuenta del error, por lo que la devolvió demasiado tarde a Malpensa... Y el jet lag no es una excusa porque el vuelo era de Barcelona a Milán por lo que esta posibilidad queda eliminada: estamos en el mismo fuso horario.
Por lo tanto, querido González Díaz, si un día lees esto espero que te des por aludido, idiota. Gracias a tu "despiste" todavía estamos esperando la maleta 3 semanas después. Por no hablar del gasto que nos ha supuesto tener que comprar de nuevo todo su contenido, incluido un botiquín con más de 100€ en medicamentos. Gracias por dejarnos viajar tres semanas por un país tropical sin repelente de mosquitos, antidiarreico y en bolas. Gracias de todo corazón.
Sólo espero que al principio de tus próximas vacaciones otro González Díaz tan idiota como tú se lleve tu maleta por error (por supuesto un error más que explicable porque ambas maletas serán completamente diferentes y de colores diametralmente opuestos) y que te la devuelva cuando ya es demasiado tarde para que tú disfrutes de tus vacaciones.

domingo, 14 de agosto de 2011

Cables cruzados

El tendido eléctrico de este país es digno de ver. Se trata de una maraña de cables sin fin que se entrelazan alocadamente sobre unos sobrecargados postes. De cada poste salen hileras e hileras de cables que se cruzan, se entrecruzan y recruzan creando un tejido eléctrico jamás visto por un occidental. Cada una de esas hileras se subdivide a su vez en nuveas hileras que, como toldo, cruzan la calle para unirse a otro cansado poste. La arquitectura del cableado sería comparable a una parra por su intrincada urdimbre. 

Me imagino que en un país como este para ser electricista sí que hay que hacer un master. O quizás no: cualquiera es capaz de sacar un cable de la maraña para enchufar un ventilador... en medio de la calle, para la terracita del bar. Para que luego se diga de los OKUPAS. Vete tú a decirle a la dueña del chiringo que lo que está haciendo es ilegal...
¿Y qué pasa si se estropea un cable? ¿Cómo saben cuál es el que no funciona? Yo creo que simplemente añaden un cable más y punto.

Permutas...

El día 4 de agosto de 2011 por la mañana a las 7.30 sonó el teléfono de la habitación del hotel. Era la recepcionista que, a pesar de habernos asegurado el día anterior que no había sitio en el autobús para Hoi an de las 8.30, nos avisaba de que finalmente había encontrado dos plazas disponibles. La noche anterior, al volver al hotel después de cenar, quisimos asegurarnos de que nos hubieran comprado dos pasajes para el bus de la mañana. Desgraciadamente, la diligente recepcionista se había olvidado de hacer la reserva a tiempo por lo que nos ofreció dos plazas en el de la tarde. Nos fuimos a la cama algo confundidos y bastante decepcionados porque eso nos obligaba a cambiar todos nuestros planes. De todas formas, como sabíamos de la increíble capacidad de los vietnamitas para organizar viajes, pensamos que sería una buena idea dejar todo recogido, no fuera a ser que al final nos tuviéramos que ir corriendo. Qué buena es la precaución...
Cuando el teléfono sonó a las 7.30, apenas tuvimos tiempo de ponernos lo primero que pillamos, cerrar las mochilas de cualquier manera y salir a toda velocidad para poder engullir las tostadas del desayuno bajo la atenta mirada de la señorita de la agencia de viajes que nos estaba esperando para llevarnos al bus. Las prisas son malas consejeras y al salir atropelladamente nos dejamos encima de la mesilla de noche una pieza fundamental para nuestro viaje: la guía de Lonely Planet que tanto nos había ayudado en la planificación y concreción de nuestras vacaciones.
No obstante, de su irreparable pérdida, como pasa con todas las cosas importantes que nos olvidamos en los hoteles, sólo nos dimos cuenta cuando quisimos echar mano de ella para buscar en el mapa dónde nos había dejado el autobús; para más INRI, bajo el sol tropical de las 14.00. Por suerte, en esta ocasión el autobús nos había dejado bastante lejos del hotel que teníamos reservado, así que coger un taxi se hizo perentorio. En cualquier caso, realizar la  visita de una ciudad sin saber cuáles son sus atracciones turísticas es como hacer surf sin tabla. Así que nos impusimos la tediosa tarea de encontrar una nueva guía para continuar con el viaje.
A los vietnamitas, como a sus vecinos chinos, les encanta copiar cosas. Son verdaderos expertos en el arte de la reproducción de cualquier objeto que uno se pueda imaginar, desde la ropa interior Kalvin Klaln (el Calvin Klein de la case obrera) hasta los relojes Rolex o las gúias Lonely Planet. De hecho, hay un verdadero mercado negro de guías de viaje Lonely Planet (y de libros en general) que se han encargado de fotocopiar, encuadernar y plastificar, para luego venderlos por la calle como si de marihuana o hachís se tratase. Eso sí, son honestos, te explican claramente que te salen más baratos que los originales porque son copias. Con este panorama, no nos fue difícil localizar un par o tres de "librerías" en la ciudad.
En la primera librería las copias de la versión inglesa de la guía de Vietnam se había agotado. En la segunda librería, encontramos una versión original, pero nos pedían muchos dongs y nos decantamos por seguir buscando una copia. Pasamos por una tercera tienda con bastante mala fortuna pues tampoco tenían la dichosa guía. Finalmente, fue en el cuarto lugar donde soprendentemente encontramos una guía original de Lonely Planet, en perfecto estado, en versión... ¡italiana!
Curioso tirabuzón del destino, habíamos perdido una guía en español y habíamos comprado otra en italiano. Original. NO COPY, SIR, MORE EXPENSIVE NO COPY, YOU CAN SEE THE COLORS, SIR. 160.000 dongs (5,5 €). Vamos, una ganga si se tiene en cuenta que pagamos religiosamente 28 € por la primera. La guía estaba un poco usada pero en muy buen estado. Seguramente algún italiano incauto se la había dejado en la mesilla del hotel antes de salir a toda prisa para coger un bus... Y quizás otra pareja de despistados que hayan perdido su guía encuentren la nuestra a muy buen precio en una librería de Hue... Permutas...