domingo, 14 de agosto de 2011

Permutas...

El día 4 de agosto de 2011 por la mañana a las 7.30 sonó el teléfono de la habitación del hotel. Era la recepcionista que, a pesar de habernos asegurado el día anterior que no había sitio en el autobús para Hoi an de las 8.30, nos avisaba de que finalmente había encontrado dos plazas disponibles. La noche anterior, al volver al hotel después de cenar, quisimos asegurarnos de que nos hubieran comprado dos pasajes para el bus de la mañana. Desgraciadamente, la diligente recepcionista se había olvidado de hacer la reserva a tiempo por lo que nos ofreció dos plazas en el de la tarde. Nos fuimos a la cama algo confundidos y bastante decepcionados porque eso nos obligaba a cambiar todos nuestros planes. De todas formas, como sabíamos de la increíble capacidad de los vietnamitas para organizar viajes, pensamos que sería una buena idea dejar todo recogido, no fuera a ser que al final nos tuviéramos que ir corriendo. Qué buena es la precaución...
Cuando el teléfono sonó a las 7.30, apenas tuvimos tiempo de ponernos lo primero que pillamos, cerrar las mochilas de cualquier manera y salir a toda velocidad para poder engullir las tostadas del desayuno bajo la atenta mirada de la señorita de la agencia de viajes que nos estaba esperando para llevarnos al bus. Las prisas son malas consejeras y al salir atropelladamente nos dejamos encima de la mesilla de noche una pieza fundamental para nuestro viaje: la guía de Lonely Planet que tanto nos había ayudado en la planificación y concreción de nuestras vacaciones.
No obstante, de su irreparable pérdida, como pasa con todas las cosas importantes que nos olvidamos en los hoteles, sólo nos dimos cuenta cuando quisimos echar mano de ella para buscar en el mapa dónde nos había dejado el autobús; para más INRI, bajo el sol tropical de las 14.00. Por suerte, en esta ocasión el autobús nos había dejado bastante lejos del hotel que teníamos reservado, así que coger un taxi se hizo perentorio. En cualquier caso, realizar la  visita de una ciudad sin saber cuáles son sus atracciones turísticas es como hacer surf sin tabla. Así que nos impusimos la tediosa tarea de encontrar una nueva guía para continuar con el viaje.
A los vietnamitas, como a sus vecinos chinos, les encanta copiar cosas. Son verdaderos expertos en el arte de la reproducción de cualquier objeto que uno se pueda imaginar, desde la ropa interior Kalvin Klaln (el Calvin Klein de la case obrera) hasta los relojes Rolex o las gúias Lonely Planet. De hecho, hay un verdadero mercado negro de guías de viaje Lonely Planet (y de libros en general) que se han encargado de fotocopiar, encuadernar y plastificar, para luego venderlos por la calle como si de marihuana o hachís se tratase. Eso sí, son honestos, te explican claramente que te salen más baratos que los originales porque son copias. Con este panorama, no nos fue difícil localizar un par o tres de "librerías" en la ciudad.
En la primera librería las copias de la versión inglesa de la guía de Vietnam se había agotado. En la segunda librería, encontramos una versión original, pero nos pedían muchos dongs y nos decantamos por seguir buscando una copia. Pasamos por una tercera tienda con bastante mala fortuna pues tampoco tenían la dichosa guía. Finalmente, fue en el cuarto lugar donde soprendentemente encontramos una guía original de Lonely Planet, en perfecto estado, en versión... ¡italiana!
Curioso tirabuzón del destino, habíamos perdido una guía en español y habíamos comprado otra en italiano. Original. NO COPY, SIR, MORE EXPENSIVE NO COPY, YOU CAN SEE THE COLORS, SIR. 160.000 dongs (5,5 €). Vamos, una ganga si se tiene en cuenta que pagamos religiosamente 28 € por la primera. La guía estaba un poco usada pero en muy buen estado. Seguramente algún italiano incauto se la había dejado en la mesilla del hotel antes de salir a toda prisa para coger un bus... Y quizás otra pareja de despistados que hayan perdido su guía encuentren la nuestra a muy buen precio en una librería de Hue... Permutas...

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