El tráfico, ¡qué locura! Miles de vehículos rodados recorren las calles de las ciudades vietnamitas haciendo un ruido infernal a su paso. Coches (los menos) y motos (la mayoría) se mueven despacito como si formaran parte de una ensayada coreografía de ballet. En las tres semanas que recorrimos el país no vimos ni un solo accidente de tráfico, pero no pasó un día en el que no viéramos con asombro cómo los vietnamitas se saltaban a la torera las normas de circulación, TODAS las normas de circulación.
Que hay un semáforo en rojo, no pasa nada: nos lo pasamos. Que hay una vía de sentido único, no pasa nada: vayamos en el sentido que más nos convenga. Que lo legal es que vayan dos personas como máximo en una moto, no pasa nada: no vayamos a dejar a alguien en tierra. Dos pasajeros es lo habitual, tres; bastante común, cuatro; no tan raro. ¡Qué desatino el pensar que en un paso de peatones pararán el coche para que crucemos! ¡Qué dislate ceder el paso en un cruce! Allí impera la ley de la jungla, el sálvese quien pueda del automovilista falto de prudencia.
Ante semejante panorama, uno no puede más que preguntarse cómo es posible que no haya más siniestros. Después de darle muchas vueltas he llegado a la conclusión de que no se estrellan más a menudo por el uso desmesurado que hacen del claxon. En mi opinión, tras tan notables bocinazos se esconde todo un código de circulación en morse. Pongamos unos ejemplos ilustrativos:
Supongamos que el resuelto automovilista se encuentra ante un semáforo en rojo pero que necesita pasar porque tiene prisa. En ese caso puede empezar a pitar como un loco como queriendo decir: "pasooooooooo, pasooooooooo, ojo que pasoooooooooooooo". El mismo automobilista se enfrenta ante una nueva disyuntiva: la calle por la que quiere pasar es de un solo sentido y él va en sentido contrario. No hay problema. También en este caso puede empezar a pitar como un loco como queriendo decir: "pasooooooooo, pasooooooooo, ojo que pasoooooooooooooo". Un motorista circula tranquilamente por una carretera/calle. El conductor que le sigue conduce un flamante coche (quizás un taxi) o un minibús y tiene prisa. ¿Qué hace? Pues se pone a pitar como un loco como queriendo decir: "sácate del medio mosquitoooooooooooo, yo soy más grande".
Ejemplos como estos hay millones. Tantos como conductores. La cuestión es que cada vez que se lían a patadas con el código de circulación ponen la manita en el claxon y sueltan sartas de sonoros "piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii". Aunque cabe decir que no siempre parecen pitar por alguna razón. A veces, simplemente se lían a bocinazos como si así fueran a llegar antes a su destino o simplemente para llamar la atención de alguien en la acera (ése sería el caso de los taxistas cazando clientes, por ejemplo). Nosotros hemos llegado a creer que quizás algunas motos lleven de fábrica un dispositivo que pite cada vez que la moto esté en movimiento sin necesidad de apretar el claxon.
El concierto de pitazos en la ciudad resulta muy pesado y estresante. Me pregunto cómo reaccionaría un conductor occidental sometido al estrés de los decibelios de los cláxons vietnamitas. Me refiero a uno que en su vida hubiera conducido en un país asiático, claro. Y los policías de tráfico, ¿cómo podrían poner orden en tal desorden? ¿Y qué sería allí de esas pegatinas que se adhieren a la luna trasera, tan de moda allá por los noventa, y que rezan: "no me toques el pito, que me irrito"?
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