Esta curiosa cantinela nos ha acompañado por las diferentes ciudades y villorrrios vietnamitas que hemos visitado. Acostumbrados a comerciar con los extranjeros, ya fueran los soldados de las recientes guerras o los turistas de hoy en día, los infatigables vendedores te persiguen por las calles portando sus cestas o bicicletas repletas de productos que puedan interesar (o no) al visitante. Insufribles, abrumadores y fastidiosos, estos pequeños comerciantes del souvenir barato y de dudosa calidad atosigan a los incautos que se aventuran al turisteo a pie. Si a esto se le suma los cazadores de clientes para todo tipo de establecimientos de restauración y hostelería, los que ofrecen los Ciclos o las motos con chófer y los taxistas que ansiosos tocan el claxon para que te montes en su confortable vehículo, una visita a una ciudad vietnamita se puede comparar con la jornada habitual del famoso que huye de los paparazzis y la prensa.
Hay que aplaudir, sin embargo, sus fabulasas técnicas de mercadeo (o de márketing, como dirían los expertos). No hay cliente que se les resista. Veamos varios ejemplos:
1- El ingenuo turista pasea como puede por las aceras de la ciudad, esquivando todo tipo de cachibaches desparramados por el pavimento, cuando de repente, casi sin darse cuenta, una vendedora de frutas le empotra sobre los hombros sus tradicionales cestas colgadas de un palo largo. "Picture, picture", dice sonriente. El pobre extranjero acepta feliz, se hace la foto con la pesada carga y, cuando se la devuelve a su legítima dueña ésta le cobra... por derechos de imagen, supongo.
Vendedora con sus cestas en el mercado de Hoi an
2- El cándido turista deambula por la ciudad maravillado por los ruidos, olores y colores de las calles agitadas cuando se embelesa con algún detalle de un pintoresco edificio (tienda, árbol, etc) que está en la acera de enfrente. Casi sin darse cuenta un vendedor se interpone entre él y su objeto de admiración y establece contacto visual. Bien, en ese momento el turista no lo sabe, pero acaba de firmar un contrato de compra. Casi con total seguridad acabará con un par de sombreros cónicos, un paquete de llaveros, un par de imanes de nevera y unos cuantos budas de madera. Queda claro, pues, que hay que evitar el contacto visual.
3- El inocente turista pasea tranquilamente por la calles de la ciudad cuando algún souvenir en un escaparate llama su atención. Al pararse a mirarlo más de cerca aparece el tendero que lo enreda para que lo compre, a pesar de que el turista había decidido no hacerlo ya.
Souvenirs en un escaparate de Hanoi
4- El turista experimentado (que ya ha caído en las triquiñuelas anteriores) descansa tras una larga jornada, convencido de que es imposible que algún otro comerciante lo embauque. Se asoma a la ventana de la habitación de su hotel al atardecer y... ¡zas! "buy something, buy something"... La vendedora ambulante le ofrece cervezas y tabaco desde la calle.
5- Una variante de la anterior técnica se puede producir en un tren. Uno está tranquilo en su compartimento esperando a que el tren arranque y distraidamente mira por la ventana. En esas milésimas de segundo en que posa su mirada tras el vidrio aparece una vendedora blandiendo una lata de cerveza y haciéndole señas para que se aproxime a la puerta más cercana.
6- Una tercera variante incluye junco chino y barca de remos. El turista está al atardecer admirando la puesta de sol en la bahía de Halong desde un junco chino, se reclina sobre la borda y aparecen al instante tres o cuatro barcas a remos pertrechadas de todo tipo de víveres y souvenirs. "Buy something, buy something".
Vendedoras en barca en la Bahía de Halong
7- La más elaborada de sus técnicas incluye la cháchara. El vendedor le da conversación al viajero. Se sienta a su lado, le pregunta por su nombre, su procedencia, lo piropea, le da su bendición, le desea suerte y, cuando el turista ha caído por completo en la trampa, le enchufa tres o cuatro souvenirs.
Vendedoras ambulantes en la playa de Mui ne
En mi opinión, ésta es la más efectiva de las técnicas. Yo caí de cuatro patas en los alrededores de la playa de Cua Dai (Hoi an) con una vendedora llamada Mango. En mi defensa he de decir que era muy simpática y que resulta difícil decirle que no a una persona que se ha sentado a tu lado y te ha contado cosas muy interesantes sobre la cultura vietnamita.