Y el cielo se abrió sobre nuestras cabezas. Se abrió en una cortina de agua, blanca de tan espesa, que nos impedía ver lo que había por delante. Se abríó para refrescarnos y para calarnos hasta los huesos, para confundir el mojado de sudor con el de lluvia, para convertir las calles de Hanoi en un barrizal que acabó (no sé muy bien cómo) en mi falda y entre los dedos de mis pies que aquel día calzaban chanclas. Y llovió desde aquel entonces por dos días seguidos, a intervalos regulares, dejando el cielo de color gris marengo y nuestro humor por los suelos.
Ya sabíamos que esto podía pasar. Nos íbamos a Vietnam en plena estación de lluvias. Iba a llover. Habíamos oído hablar del monzón, de las lluvias torrenciales a traición y de aguaceros cortos pero intensos, pero aquello no era comparable con lo que nos esperábamos encontrar.
DÍA UNO: el pick up
Increíblemente, cuando aterrizamos en el pequeño aeropuerto de Hanoi el cielo estaba azul y no amenazaba con caerse sobre nosotros. Habíamos contratado un servicio de pick up con nuestro hotel, porque en todas partes nos habían prevenido contra las mafias que hay en Hanoi: Taxistas que te estafan y te llevan a otro hotel que no es el pactado, hoteles duplicados (sí, leímos algún caso como éste en la Lonely Planet), falsos hoteles y timos por el estilo. Si os decidís a visitar Hanoi (and it is a must), poneos en contacto con nosotros y os daremos las señas del hotel en el que estuvimos. De lujo y bien barato.
DÍA UNO: el pick up
Increíblemente, cuando aterrizamos en el pequeño aeropuerto de Hanoi el cielo estaba azul y no amenazaba con caerse sobre nosotros. Habíamos contratado un servicio de pick up con nuestro hotel, porque en todas partes nos habían prevenido contra las mafias que hay en Hanoi: Taxistas que te estafan y te llevan a otro hotel que no es el pactado, hoteles duplicados (sí, leímos algún caso como éste en la Lonely Planet), falsos hoteles y timos por el estilo. Si os decidís a visitar Hanoi (and it is a must), poneos en contacto con nosotros y os daremos las señas del hotel en el que estuvimos. De lujo y bien barato.
El primer día de visita por la ciudad, el sol caía sobre nuestras cabezas sin piedad y la humedad en el ambiente era agobiante. Yo caminaba como si llevara una mochila pesada a los hombros y me amorraba a la botella de agua helada como si se fuera a acabar el agua del mundo. El calor, la humedad y los olores de las calles me estaban mareando. Fue entonces cuando adquirí mi gorro de paja. Feo, sí, pero la mar de práctico. Lo único que me dio rabia es que me lo cobró bien caro (5 euros BRRRRR). En fin, era mi primera transacción comercial y aún no sabía cómo se las gastaban los comerciantes locales.
No hubo lluvias para dos pobres europeos en el trópico durante el primer día. Nos arrastramos por las calles del sucio Hanoi hasta bien entrada la noche y después nos retiramos al hotel, céntrico, nuevo, seguro, limpio y acogedor. Pusimos el aire acondicionado a tope, nos duchamos, pasamos cuentas de lo gastado durante el día, nos repartimos el dinero sobrante para nuestras fajas billeteras y encendimos la televisión. Todos los programas eran en vietnamita (probablemente del norte) y después de un rápido zapping, nos quedamos con un concurso de talentos (??¿¿¿) en que los concursantes desafinaban como gatos en celo. Nos dormimos en una cama king size super cómoda.
DÍA DOS: Desayuno incluido.
Nos levantamos, nos duchamos en esa superducha masaje rollo zen que había en la habitación, apagamos el aire acondicionado y bajamos al comedor. Allí nos esperaba Mai Ko (nos preguntamos si en realidad se había occidentalizado el nombre y se quería hacer llamar Michael). El buen hombre, director del hotel o encargado para más señas, nos recibió con catálogos de excursiones por los alrededores de Hanoi. Se dirigía a mi pareja, que es el hombre. Yo no podía más que asentir (y darle pataditas por debajo de la mesa cuando algo no me gustaba). Nos interesamos por las excursiones organizadas a la bahía de Halong. "No possible de zetiz (30th) and de zeti fest (31st), there's a typhoon in Halong, there are no boats sailing. You can go to the Peh- fium Pagoda (perfume pagoda) instead. And then you go to Halong on the fest (1st)". Lo que nos aconsejó Mai ko nos pareció bien y contratamos las excursiones.
Nos levantamos, nos duchamos en esa superducha masaje rollo zen que había en la habitación, apagamos el aire acondicionado y bajamos al comedor. Allí nos esperaba Mai Ko (nos preguntamos si en realidad se había occidentalizado el nombre y se quería hacer llamar Michael). El buen hombre, director del hotel o encargado para más señas, nos recibió con catálogos de excursiones por los alrededores de Hanoi. Se dirigía a mi pareja, que es el hombre. Yo no podía más que asentir (y darle pataditas por debajo de la mesa cuando algo no me gustaba). Nos interesamos por las excursiones organizadas a la bahía de Halong. "No possible de zetiz (30th) and de zeti fest (31st), there's a typhoon in Halong, there are no boats sailing. You can go to the Peh- fium Pagoda (perfume pagoda) instead. And then you go to Halong on the fest (1st)". Lo que nos aconsejó Mai ko nos pareció bien y contratamos las excursiones.
Nos fuimos a visitar las cosas pendientes de Hanoi, a saber, el mausoleo de Ho Chi Mhin, el templo de la literatura, la pagoda del pilar único y un par de pagodas alejadas. Ni se nos ocurrió pensar en que la cola del tifón iba a cambiar el tiempo de la capital y que durante un par de días las borrascas nos iban a remojar bien. Qué incautos. Efectivamente empezó a llover. Primero tímidamente, luego con fuerza. Acabamos por comprarnos unas capas de plástico barato que tendrían en el futuro otros usos todavía no imaginados. La ducha de la lluvia se abrió y se cerró en diversas ocasiones. Pon capa, quita capa. La capa impermeable nos hacía sudar así que no nos salvaba de la mojadura: cuando te quitabas la capa estabas tan empapado como si te hubieras metido en la piscina.
El momento más crítico llegó por la tarde. Llegamos a nuestra última meta: el templo de la literatura o Vam Mieu. La antigua universidad de Hanoi y centro del saber donde estudiaban los mandarines estaba a tope de turistas. El complejo se divide en varios edificios separados por plazas, jardines y lagos artificiales -una preciosidad. Hay un buen trecho para pasar de uno a otro, especialmente si en medio de la visita empieza a caer agua con fuerza, tanta que ni las capas nos asisten. Metidos bajo uno de los porches esperamos por unos largos 10 minutos hasta que la lluvia aflojara un poco y pudiéramos llegar al templo principal. Yo llevaba el pelo pegado a la frente. Daba penita, por un momento me pareció que un grupo de turistas americanos me iban a echar moneditas en el gorro de paja, que llevaba en la mano para poder ponerme la capucha. Después de mucho discutir nos decidimos a cruzar la placeta para ver el último edificio del complejo que nos dejaban visitar: el templo en sí.
Llegamos chorreando de agua y transpiración. El lugar me pareció lúgubre y lleno de estatuas de demonios y otros seres. Olía a incienso y estaba oscuro. La gente se distribuyó por los diferentes altares: algunos rezaban y otros curioseaban. Divisé unas escaleras al fondo y se me ocurrió subir. En el piso de arriba había más altares y un balcón. Salimos y... ya no llovía. Había cesado del mismo modo en que empezó: sin hacer ruido.
Nuestra visita por el templo de la literatura prosiguió de igual manera: con chubascos intermitentes. A veces la lluvia caía con tanta fuerza e intensidad que parecía que no iba a parar nunca. Fue una verdadera pena visitar el templo con un tiempo tan variable. En primer lugar por tener que cargar con diferentes atuendos absoltamente necesarios: gafas de sol y gorrito de paja por un lado, e impermeable de plástico por el otro. En segundo lugar, por jugar al transformista y tener que cambiar el gorro por la capucha a cada momento. Finalmente, por tener que cargar con una bolsa de plástico para poder meter la capa chubasquera mojada cada vez que cesaba la tormenta.
Al llegar al hotel, no obstante, nos reconfortó una maravillosa ducha caliente y mandamos a lavar toda nuestra ropa. Mi falda amarilla quedó manchada de marrón oscuro tirando a sucio. Las manchas no han desaparecido nunca más, aunque he conseguido atenuarlas a base de restregarlas con agua, jabón y cepillo.
To be continued...
Llegamos chorreando de agua y transpiración. El lugar me pareció lúgubre y lleno de estatuas de demonios y otros seres. Olía a incienso y estaba oscuro. La gente se distribuyó por los diferentes altares: algunos rezaban y otros curioseaban. Divisé unas escaleras al fondo y se me ocurrió subir. En el piso de arriba había más altares y un balcón. Salimos y... ya no llovía. Había cesado del mismo modo en que empezó: sin hacer ruido.
Nuestra visita por el templo de la literatura prosiguió de igual manera: con chubascos intermitentes. A veces la lluvia caía con tanta fuerza e intensidad que parecía que no iba a parar nunca. Fue una verdadera pena visitar el templo con un tiempo tan variable. En primer lugar por tener que cargar con diferentes atuendos absoltamente necesarios: gafas de sol y gorrito de paja por un lado, e impermeable de plástico por el otro. En segundo lugar, por jugar al transformista y tener que cambiar el gorro por la capucha a cada momento. Finalmente, por tener que cargar con una bolsa de plástico para poder meter la capa chubasquera mojada cada vez que cesaba la tormenta.
Al llegar al hotel, no obstante, nos reconfortó una maravillosa ducha caliente y mandamos a lavar toda nuestra ropa. Mi falda amarilla quedó manchada de marrón oscuro tirando a sucio. Las manchas no han desaparecido nunca más, aunque he conseguido atenuarlas a base de restregarlas con agua, jabón y cepillo.
To be continued...
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