sábado, 15 de junio de 2013

Grandes rutas: Rías Bajas, Jesi y costa Dálmata

Éste fue sin lugar a dudas el primer gran viaje de Montaudio. Para inaugurar tan sana costumbre, nos recorrimos medio mapa de Europa de Barcelona a Croacia, pasando antes por Galicia y las Marcas. Fue una viaje de lo más entretenido y lleno de contrastes, donde descubrimos y redescubrimos paisajes; donde disfrutamos de la familia y de unas merecidas vacaciones en la maravillosa costa Dálmata. Ésta es la ruta que hicimos en 2010:

14 de agosto de 2010: Barcelona- Vigo- Cangas
15 de agosto de 2010: Cangas -Pontevedra - Cangas
16 de agosto de 2010: Cangas- Islas Cíes - Cangas
17 de agosto de 2010: Cangas- Hío
18 de agosto de 2010: Cangas- Santiago de Compostela - Cangas
19 de agosto de 2010: Cangas- Cabo Home- Poblado do Monte Facho - Cangas
20 de agosto de 2010: Cangas - Marín
21 de agosto de 2010: Santiago de Compostela -Roma - Jesi
22 de agosto de 2010: Jesi - Marzoca - Jesi
23 de agosto de 2010: Jesi- I Sassi neri - Ancona - Jesi
24 de agosto de 2010: Jesi - Urbino -Jesi
25 de agosto de 2010: Jesi
26 de agosto de 2010: Jesi - Senigallia - Jesi
27 de agosto de 2010: Jesi - Fonte avellana - Jesi
28 de agosto de 2010: Jesi
29 de agosto de 2010: Ancona - Split
30 de agosto de 2010: Split
31 de agosto de 2011: Split - Trogyr - Split
1 de septiembre de 2010: Split - isla de Brac - playa de Bol - Split
2 de septiembre de 2010: Split  - Dubrovnik
3 de septiembre de 2010: Dubrovnik
4 de septiembre de 2010: Dubrovnik
5 de septiembre de 2010: Dubrovnik - Barcelona


Grandes rutas: Objetivo Birmania

Nuestro segundo viaje por Asia fue mucho más ambicioso que el primero. En esta ocasión nos pareció una idea genial alargar la estancia para poder pasar unos cuantos días de relax en la playa (especialmente necesarios cuando se mochilea por el sudeste asiático). Fueron tres semanas, tres países y diez medios de transporte diferentes. A pesar de la semana de descanso, al llegar a casa estábamos molidos, pero valió la pena. Ésta es la ruta que hicimos nosotros en nuestro viaje de 2012:

26 de julio de 2012: Barcelona - Dubai
27 de julio de 2012: Dubai - Bangkok
28 de julio de 2012: Bangkok - Aranyaprathed - Poipet - Siem Reap (en tren)
29 de julio de 2012: Angkor (en tuk tuk)
30 de julio de 2012: Angkor (en tuk tuk)
31 de julio de 2012: Angkor (en bicicleta)
1 de agosto de 2012: Siem Reap - Poipet - Aranyaprathed - Bangkok (en tren)
2 de agosto de 2012: Bangkok
3 de agosto de 2012: Bangkok
4 de agosto de 2012: Bangkok - Yangón (en avión)
5 de agosto de 2012: Yangón- Mandalay (en bus nocturno)
6 de agosto de 2012: Mandalay
7 de agosto de 2012: Mandalay (en bici)
8 de agosto de 2012: Mandalay - Bagán (en bus)
9 de agosto de 2012: Bagán (en bici)
10 de agosto de 2012: Bagán - Yangón (en bus)
11 de agosto de 2012: Yangón
12 de agosto de 2012: Yangón - Bangkok - Krabi (en avión)
13 de agosto de 2012: Krabi - Ao nang Beach
14 de agosto de 2012: Koh phi phi
15 de agosto de 2012: Raileh
16 de agosto de 2012: Ao nang
17 de agosto de 2012: Bangkok - Dubai
18 de agosto de 2012: Dubai - Barcelona


miércoles, 12 de junio de 2013

Grandes rutas: Descubriendo Oriente

En nuestra pimera incursión en oriente, allá por el año 2011, visitamos Vietnam. Para mí es uno de los países más maravillosos del mundo: quedé completamente enamorada. A continuación,  os dejo la ruta que hicimos nosotros. No es perfecta, y nos quedaron cosas en el tintero, pero no teníamos más días. Si tenéis algna pregunta, contactad con montaudio@gmail.com

26 de julio de 2011: vuelo Barcelona-Milán-Bangkok
27 de julio de 2011: Bangkok
28 de julio de 2011: Bangkok
29 de julio de 2011: Bangkok- Hanoi
30 de julio de 2011: Hanoi
31 de julio de 2011: Hanoi-pagoda del perfume- Hanoi
1 de gosto de 2011: Bahía de Halong
2 de agosto de 2011: Bahía de Halong- Hanoi- tren a Hue
3 de agosto de 2011: Hue
4 de agosto de 2011: Hue - Hoi an
5 de agosto de 2011: Hoi an- ruinas Cham- Hoi an
6 de agosto de 2011: Hoi an - Nha Trang
7 de agosto de 2011: Nha Trang- isla de Hon Mieu- Nha Trang
8 de agosto de 2011: Nha Trang- Mui Ne
9 de agosto de 2011: Mui ne- Dunas - Mui ne - Saigón
10 de agosto de 2011: Saigón - túneles de Cu chi
11 de agosto de 2011: Saigón-Bangkok
12 de agosto de 2011: Bangkok
13 de agosto de 2011: Bangkok-Milán- Barcelona


jueves, 30 de mayo de 2013

Del monzón y otros demonios II

DÍA TRES: Peh-fium pagoudah (perfume pagoda o pagoda del perfume)
Esta excursión es muy interesante por diversos motivos:
1. Desde un punto de vista espiritual, porque te adentra en el corazón del budismo vietnamita y te lleva a conocer uno de los centros de peregrinaje más importantes de Vietnam.
2. Desde un punto de vista paisajista, porque el entorno que rodea la pagoda es es-pec-ta-cu-lar. Montañas, niebla, río con meandros... Todo lo que en el imaginario común se asocia al sudeste asiático. Me faltaron los pandas y un par de chinos practicando Kung fu.
3. Desde un punto de vista deportivo, porque, si quieres, se puede hacer la peregrinación montaña arriba durante una hora y eso en el trópico es muy agotador.
4. Desde el punto de vista de la aventura, porque la excursión incluye de todo: viajecito de dos horas en minibús por las carreteras vietnamitas (con suerte tiene aire acondicionado, si no, tiene aire acondiciónde, a condición de que abras la ventanilla), trayecto en barca de remos por el río con remera incluída (más o menos una hora), gastronomía (suele incluir una comida en uno de los restaurantes/entoldados del complejo), ascensión a la montaña en teleférico (15 minutos), espeleología (la pagoda está situada dentro de una gruta natural con altares, velas y ofrendas) y pequeño trekking de bajada (aproximadamente una hora, quizás más, depende del paso y de la meteorología).
La visita a la pagoda del perfume es una trampa para turistas/peregrinos autóctonos en toda regla. Sin embargo, yo os diría que no os la perdáis, aunque sólo sea para admirar las montañas escondidas tras la niebla o imbuirse de la "santidad" que desprende esta montaña sagrada. En realidad, el complejo de la pagoda del perfume es ingente. Por toda la zona hay infinidad de templos que los peregrinos visitan en temporada alta.
Lo interesante de hacer esta visita en verano es que es temporada baja para el turismo nacional por lo que toooodo está silencioso y... cerrado. Sí, he dicho bien, cerrado. Excluyendo los restaurantes entoldados al pie del funicular, que funcionan durante todo el año para las excursiones de turistas, la mayoría de tiendecitas y puestecitos que se encuentran a ambos lados del camino que sube hacia la pagoda están cerrados. Por lo visto, en temporada alta (entre febrero y marzo y en la fiesta del Tet), este camino empinado con escalinatas está a rebosar de vietnamitas. Y a la pagoda casi no se puede entrar porque los fieles acuden a miles. Lo malo es, como no, el monzón, que en ese momento está en su pleno apogeo, y el bochorno, que consume hasta a los excursionistas más avezados.
Nosotros compartimos nuestra barquita con una familia francesa. En total íbamos seis personas más la barquera, que colocada al final de todo remaba con fruición. El paseo por el río fue de lo más placentero hasta casi el final del trayecto, cuando para rematar los últimos 10 minutos rompió a llover. La incomodidad de ponerse por encima el chubasquero, a bordo de una barca poco estable y de intentar cubrir la mochila y de no mojarse los pies, es difícil de describir. Por suerte desembarcamos y nos llevaron directamente al restaurante.
Bajo un toldo más típico de las fiestas de pueblo que de un restaurante, nos sentaron a todos los integrantes de la excursión (dos barcas, a lo sumo tres) a una mesa. Allí empezaron a distribuir platillos de arroz, ensaladas y otras carnes en salsa. Creo recordar que nos dejaron escoger la bebida y que el postre fueron unas frutas. De ahí al teleférico.
El viaje es maravilloso. Las cestitas amarillas y rojas se mueven con convicción a través de los bancos de niebla y te descubren un paisaje maravilloso de colinas arboladas. De vez en cuando, uno alcanza a ver el camino, formando vueltas y tornos como una serpiente de piedra. No llueve, pero el cielo está completamente encapotado y la humedad en el ambiente, de nuevo te hace transpirar de manera pertinaz. Con porfía y contumancia, las cabinas del teleférico ascienden, estables, hasta dejarte en la cima de la montaña. El paseo por las nubes: maravilloso.
Una vez en tierra de nuevo, el guía nos llevó hasta la entrada de la cueva. Además de algunos grupos de turistas despitados y de unos pocos vietnamitas pululando, éramos los únicos que estaban en la pagoda. El tenaz zumbido de unas abejas nos alertó de que debía haber un panal por los alrededores. El guía nos lo indicó con el dedo: era una colmena enorme que colgaba en la entrada de la gruta. La oquedad amplificaba el distintivo sonido y pareciá que viniera de dentro un ejercito de abejas asesinas. Un pequeño recorrido discurría dentro del santuario en el cual se podían observar varios altares y monolitos adornados con banderitas, siendo el más importante el que se encuentra en la entrada.
Toda esta parte de la visita la hicimos en seco, pero al llegar la hora de volver a bajar, parece que volvieron a abrir la ducha. Tuvimos que esperar durante largo rato al lado del baño del complejo y comenzamos en descenso con lluvias escalonadas, parapetándonos como pudimos bajo árboles y tenderetes. Esto no fue la peor parte. Lo peor con diferencia fue la persistente lluvia monzónica mientras volvíamos en barca a buscar el autobús. Una hora de lluvia, en barca, sin más cubierta que un plástico impermeable es difícil de asumir. De todas maneras, la verdad es que como hace mucho calor, un poco de lluvia se agradece. Además, ver la lluvia caer sobre la superficie plana del río pues tiene un algo romántico, no os lo voy a negar. El romanticismo del viaje se acaba cuando la barquera te pide dinero. Forma parte de la idiosincràsia del país, por todo te piden dinero, nada es gratis: son unos negociantes de cuidado. ´
To be continued...
 

Del monzón y otros demonios I

Y el cielo se abrió sobre nuestras cabezas. Se abrió en una cortina de agua, blanca de tan espesa, que nos impedía ver lo que había por delante. Se abríó para refrescarnos y para calarnos hasta los huesos, para confundir el mojado de sudor con el de lluvia, para convertir las calles de Hanoi en un barrizal que acabó (no sé muy bien cómo) en mi falda y entre los dedos de mis pies que aquel día calzaban chanclas. Y llovió desde aquel entonces por dos días seguidos, a intervalos regulares, dejando el cielo de color gris marengo y nuestro humor por los suelos.
Ya sabíamos que esto podía pasar. Nos íbamos a Vietnam en plena estación de lluvias. Iba a llover. Habíamos oído hablar del monzón, de las lluvias torrenciales a traición y de aguaceros cortos pero intensos, pero aquello no era comparable con lo que nos esperábamos encontrar.
DÍA UNO: el pick up
Increíblemente, cuando aterrizamos en el pequeño aeropuerto de Hanoi el cielo estaba azul y no amenazaba con caerse sobre nosotros. Habíamos contratado un servicio de pick up con nuestro hotel, porque en todas partes nos habían prevenido contra las mafias que hay en Hanoi: Taxistas que te estafan y te llevan a otro hotel que no es el pactado, hoteles duplicados (sí, leímos algún caso como éste en la Lonely Planet), falsos hoteles y timos por el estilo. Si os decidís a visitar Hanoi (and it is a must), poneos en contacto con nosotros y os daremos las señas del hotel en el que estuvimos. De lujo y bien barato.
El primer día de visita por la ciudad, el sol caía sobre nuestras cabezas sin piedad y la humedad en el ambiente era agobiante. Yo caminaba como si llevara una mochila pesada a los hombros y me amorraba a la botella de agua helada como si se fuera a acabar el agua del mundo. El calor, la humedad y los olores de las calles me estaban mareando. Fue entonces cuando adquirí mi gorro de paja. Feo, sí, pero la mar de práctico. Lo único que me dio rabia es que me lo cobró bien caro (5 euros BRRRRR). En fin, era mi primera transacción comercial y aún no sabía cómo se las gastaban los comerciantes locales.
No hubo lluvias para dos pobres europeos en el trópico durante el primer día. Nos arrastramos por las calles del sucio Hanoi hasta bien entrada la noche y después nos retiramos al hotel, céntrico, nuevo, seguro, limpio y acogedor. Pusimos el aire acondicionado a tope, nos duchamos, pasamos cuentas de lo gastado durante el día, nos repartimos el dinero sobrante para nuestras fajas billeteras y encendimos la televisión. Todos los programas eran en vietnamita (probablemente del norte) y después de un rápido zapping, nos quedamos con un concurso de talentos (??¿¿¿) en que los concursantes desafinaban como gatos en celo. Nos dormimos en una cama king size super cómoda.
DÍA DOS: Desayuno incluido.
Nos levantamos, nos duchamos en esa superducha masaje rollo zen que había en la habitación, apagamos el aire acondicionado y bajamos al comedor. Allí nos esperaba Mai Ko (nos preguntamos si en realidad se había occidentalizado el nombre y se quería hacer llamar Michael). El buen hombre, director del hotel o encargado para más señas, nos recibió con catálogos de excursiones por los alrededores de Hanoi. Se dirigía a mi pareja, que es el hombre. Yo no podía más que asentir (y darle pataditas por debajo de la mesa cuando algo no me gustaba). Nos interesamos por las excursiones organizadas a la bahía de Halong. "No possible de zetiz (30th) and de zeti fest (31st), there's a typhoon in Halong, there are no boats sailing. You can go to the Peh- fium Pagoda (perfume pagoda) instead. And then you go to Halong on the fest (1st)". Lo que nos aconsejó Mai ko nos pareció bien y contratamos las excursiones.
Nos fuimos a visitar las cosas pendientes de Hanoi, a saber, el mausoleo de Ho Chi Mhin, el templo de la literatura, la pagoda del pilar único y un par de pagodas alejadas. Ni se nos ocurrió pensar en que la cola del tifón iba a cambiar el tiempo de la capital y que durante un par de días las borrascas nos iban a remojar bien. Qué incautos. Efectivamente empezó a llover. Primero tímidamente, luego con fuerza. Acabamos por comprarnos unas capas de plástico barato que tendrían en el futuro otros usos todavía no imaginados. La ducha de la lluvia se abrió y se cerró en diversas ocasiones. Pon capa, quita capa. La capa impermeable nos hacía sudar así que no nos salvaba de la mojadura: cuando te quitabas la capa estabas tan empapado como si te hubieras metido en la piscina.
El momento más crítico llegó por la tarde. Llegamos a nuestra última meta: el templo de la literatura o Vam Mieu. La antigua universidad de Hanoi y centro del saber donde estudiaban los mandarines estaba a tope de turistas. El complejo se divide en varios edificios separados por plazas, jardines y lagos artificiales -una preciosidad. Hay un buen trecho para pasar de uno a otro, especialmente si en medio de la visita empieza a caer agua con fuerza, tanta que ni las capas nos asisten. Metidos bajo uno de los porches esperamos por unos largos 10 minutos hasta que la lluvia aflojara un poco y pudiéramos llegar al templo principal. Yo llevaba el pelo pegado a la frente. Daba penita, por un momento me pareció que un grupo de turistas americanos me iban a echar moneditas en el gorro de paja, que llevaba en la mano para poder ponerme la capucha. Después de mucho discutir nos decidimos a cruzar la placeta para ver el último edificio del complejo que nos dejaban visitar: el templo en sí.
Llegamos chorreando de agua y transpiración. El lugar me pareció lúgubre y lleno de estatuas de demonios y otros seres. Olía a incienso y estaba oscuro. La gente se distribuyó por los diferentes altares: algunos rezaban y otros curioseaban. Divisé unas escaleras al fondo y se me ocurrió subir. En el piso de arriba había más altares y un balcón. Salimos y... ya no llovía. Había cesado del mismo modo en que empezó: sin hacer ruido.
Nuestra visita por el templo de la literatura prosiguió de igual manera: con chubascos intermitentes. A veces la lluvia caía con tanta fuerza e intensidad que parecía que no iba a parar nunca. Fue una verdadera pena visitar el templo con un tiempo tan variable. En primer lugar por tener que cargar con diferentes atuendos absoltamente necesarios: gafas de sol y gorrito de paja por un lado, e impermeable de plástico por el otro. En segundo lugar, por jugar al transformista y tener que cambiar el gorro por la capucha a cada momento. Finalmente, por tener que cargar con una bolsa de plástico para poder meter la capa chubasquera mojada cada vez que cesaba la tormenta.
Al llegar al hotel, no obstante, nos reconfortó una maravillosa ducha caliente y mandamos a lavar toda nuestra ropa. Mi falda amarilla quedó manchada de marrón oscuro tirando a sucio. Las manchas no han desaparecido nunca más, aunque he conseguido atenuarlas a base de restregarlas con agua, jabón y cepillo.
To be continued...