Es
la cuarta vez que estoy en Bangkok en un año, siempre por períodos cortos de
tiempo, y ya estoy más que harta. Eso es lo que tiene esta ciudad: o la adoras
o la odias con toda tu alma. Bangkok es sinónimo de caos, de ruido, de tráfico,
de polución y de suciedad. Hay dos cosas que me ocurren cada vez que la visito:
1.
Tengo la impresión de que la jungla quiere tragársela, quizás porque en vez de
pinos veo palmeras y flora selvática.
2.
Me siento engullida a su vez por su masa de hormigón.
Si
se observa Bangkok desde las alturas, la vía del sky train o del ten del
aeropuerto sin ir más lejos, puedes ver tupidas masas de palmeras tropicales
abriéndose paso entre rascacielos y chabolas-Es todo un espectáculo. Asimismo,
la ciudad no está hecha a medida del peatón. Una insignificante humana
deambulando de puente a puente y de calle en callejuela no es más que una
hormiga.
Es
sin duda ciudad de fuertes contrastes: monjes budistas, putas y ejecutivos se
mezclan por sus avenidas recalentadas por el sol tropical sin inmutarse. La
pobreza más miserable convive con el lujo y el oropel. Barracas y rascacielos,
templos y burdeles: para todo hay cabida en la gran Bangkok. Hay, sin embargo,
varios aspectos de la vida del tailandés de capital que me fascinan. Voy a
intentar enumerarlos:
1.
El trasporte público: El sky train (BTS) y el metro (MTR) son rapidísimos,
modernísimos y limpísimos. Me sorprendió bastante sorprendente el hecho de que
hubiera que pasar por el arco de seguridad para acceder al metro. No sé por
qué: todos los pasajeros pitaban y no había registros posteriores.
Los
abonos de BTES y del MTR van por zonas. Por lo general, si el desplazamiento es
de una parada, se pagan 15 bahts, de dos paradas 20 y así sucesivamente. Las máquinas
expendedoras sólo admiten monedas y son el único medio de comprar billetes. Hay
taquillas, con personas detrás de vidrio, pero sólo sirven ara comprar abonos
de un mese o de varios días o incluso de un día. Si vas a comprar un abono
sencillo y no dispones de monedas, hay que hacer cola en la taquilla para que
el empleado de turno te dé cambio. Nunca venden billetes sencillos. Además, yo
creo que las tarjetas se reciclan. Una vez las has usado y salen del metro, se
quedan dentro de la máquina. Tú nunca te quedas con tickets. Eso es ecológico,
¿no?
El
MTR y el tren que va al aeropuerto, gestionado por la RENFE tailandesa,
funciona con fichas, como las de los autos de choque de las ferias. Para que se
te abra la puerta de entrada, hay que pasar las fichas por la zona indicada en
cada molinete de entrada. Para salir del metro, hay que meter la ficha en la
ranura de la puerta, como si fuese una hucha. Tampoco te quedas con ninguna de
estas fichas.
La
frase esta de "dejen salir antes de entrar" nunca fue más cierta y
aplicable. En el BTS, a lo largo de todo el andén, hay unos dibujos de flechas.
Estos dibujos coinciden con el lugar donde se abren las puertas. Hay en total 6
flechas por puerta: 4 inclinadas que indican hacia dentro y dos rectas que
señalan la salida. Los tailandeses que quieren entrar en el vagón hacen cola
tras las flechas inclinadas a cada lado de la puerta y hacen gala de gran
paciencia mientras por el centro, entre las dos colas de ordenados ciudadanos,
salen ríos y más ríos de gente que abandona el tren.
Hay
dos líneas de sky train y una de MTR. Las tres están conectadas. En la
intersección entra las líneas de Sukumvit y Silom (parada de Siam) se
encuentran algunos delos centros comerciales de la ciudad. Éstos son enormes y
están llenos de marcas internacionales que gozan de gran prestigio. En esta
parada los trenes (que paran uno delante del otro) intercambian pasajeros,
especialmente en hora punta.
La
modernidad de estos medios de transporte, comparables a los de cualquier ciudad
occidental, contrasta secamente con los anticuados y obsoletos que son los
autobuses urbanos, sin aire acondicionado, sucios y, por lo general, atestados
de gente.
2.
La gastronomía: La diversidad de restaurantes y de puestos callejeros en los
que se puede comer o tomar un tentempié me impresiona. No he visto ciudad con
más puestos callejeros que ésta. Los hay de todo tipo: ambulantes, más o menos
limpios, improvisados, con terraza, sucios, cochambrosos y llenos de mierda.
Algunos
obviamente dan más confianza que otros al pobre turista. Nosotros al principio
éramos bastante reticentes a pedir comida de los puestecillos, pero al final
nos habíamos aficionado. Resultan una opción más que recomendable para los bolsillos
pobres (la comida te sale por un tercio de lo que pagarías en un restaurante)
pero no demasiado buena para los estómagos delicados. Un viajero vasco que
conocimos en Birmania nos cantó las excelencias de la comida tailandesa de los
puestos callejeros, eso a pesar de haber estado malo el segundo día de comer en
Bangkok. Sin embargo me pareció bastante acertado en una cosa: todos los
puestos trabajan sobre superficies de acero inoxidable. Eso indica que alguna
ley lo regula. En mi humilde opción, pocos de ellos pasarían una inspección de
sanidad, qué queréis que os diga.
Otra
cosa curiosa es que el tipo de puestecillo callejero varía y evoluciona según
la hora del día: por la mañana abundan los puestos de desayuno en los que
sirven fruta, dulces y bebidas calientes y frías (mi favorita es el iced tea con
leche). A partir de mediodía, llegan los puestos con las parrillas, los woks,
los noodles y el arroz.
Qué
decir de la comida tailandesa: deliciosa, pero comen de casi todo. En los
puestos he visto desde frutas secas hasta cucarachas, pasando por gambitas
saladas y postres de coco. No soy de las que se comería cualquier cosa, así que
del arroz y de los noodles no me he salido. Dejo los insectos para los
paladares más osados.
3.
El shopping: En Bangkok se puede encontrar de todo, desde la ropa de las marcas
más exclusivas hasta las camisetas más cutres para el turista. En los mercados
nocturnos hay equipamiento deportivo, DVD, CD, zapatos, perfumes, en fin, souvenirs de todo tipo. Los puestos típicos de
camisetas y pantalones Thai, se intercalaban, de vez en cuando con mini sex
shops con dildos y otros juguetes sexuales en exposición. En otros chiringos,
también vendían guirnaldas de luces y manualidades (como por ejemplo, tuk túks
en miniatura hechos con latas de refrescos).
Fuera
de los mercados nocturnos, queda toda la zona de centros comerciales de Siam.
Allí es dónde se pueden encontrar todas las cadenas europeas y americanas
haciéndose la competencia en harmonía. También hay cabida para las marcas de
alta costura y de alta joyería. Lo mejor de visitarlos es, sin dudar, el aire
acondicionado.
Finalmente,
hay que nombrar toda la zona de Khao San Rd y de los alrededores del templo del
buda reclinado (Wat Pho), donde hay puestecillos y tiendas de todo tipo durante el día. Es fácil
encontrar ropa, comida, antigüedades, restaurantillos y, como no, las mesas de
los adivinos. Es curioso ver que todos sus clientes son exclusivamente
tailandeses.
En
fin, que sí, que vale la pena visitar Bangkok, pero para mí no es necesario
pasar allí demasiado tiempo. Puede ser muy agobiante.