sábado, 15 de junio de 2013

Grandes rutas: Rías Bajas, Jesi y costa Dálmata

Éste fue sin lugar a dudas el primer gran viaje de Montaudio. Para inaugurar tan sana costumbre, nos recorrimos medio mapa de Europa de Barcelona a Croacia, pasando antes por Galicia y las Marcas. Fue una viaje de lo más entretenido y lleno de contrastes, donde descubrimos y redescubrimos paisajes; donde disfrutamos de la familia y de unas merecidas vacaciones en la maravillosa costa Dálmata. Ésta es la ruta que hicimos en 2010:

14 de agosto de 2010: Barcelona- Vigo- Cangas
15 de agosto de 2010: Cangas -Pontevedra - Cangas
16 de agosto de 2010: Cangas- Islas Cíes - Cangas
17 de agosto de 2010: Cangas- Hío
18 de agosto de 2010: Cangas- Santiago de Compostela - Cangas
19 de agosto de 2010: Cangas- Cabo Home- Poblado do Monte Facho - Cangas
20 de agosto de 2010: Cangas - Marín
21 de agosto de 2010: Santiago de Compostela -Roma - Jesi
22 de agosto de 2010: Jesi - Marzoca - Jesi
23 de agosto de 2010: Jesi- I Sassi neri - Ancona - Jesi
24 de agosto de 2010: Jesi - Urbino -Jesi
25 de agosto de 2010: Jesi
26 de agosto de 2010: Jesi - Senigallia - Jesi
27 de agosto de 2010: Jesi - Fonte avellana - Jesi
28 de agosto de 2010: Jesi
29 de agosto de 2010: Ancona - Split
30 de agosto de 2010: Split
31 de agosto de 2011: Split - Trogyr - Split
1 de septiembre de 2010: Split - isla de Brac - playa de Bol - Split
2 de septiembre de 2010: Split  - Dubrovnik
3 de septiembre de 2010: Dubrovnik
4 de septiembre de 2010: Dubrovnik
5 de septiembre de 2010: Dubrovnik - Barcelona


Grandes rutas: Objetivo Birmania

Nuestro segundo viaje por Asia fue mucho más ambicioso que el primero. En esta ocasión nos pareció una idea genial alargar la estancia para poder pasar unos cuantos días de relax en la playa (especialmente necesarios cuando se mochilea por el sudeste asiático). Fueron tres semanas, tres países y diez medios de transporte diferentes. A pesar de la semana de descanso, al llegar a casa estábamos molidos, pero valió la pena. Ésta es la ruta que hicimos nosotros en nuestro viaje de 2012:

26 de julio de 2012: Barcelona - Dubai
27 de julio de 2012: Dubai - Bangkok
28 de julio de 2012: Bangkok - Aranyaprathed - Poipet - Siem Reap (en tren)
29 de julio de 2012: Angkor (en tuk tuk)
30 de julio de 2012: Angkor (en tuk tuk)
31 de julio de 2012: Angkor (en bicicleta)
1 de agosto de 2012: Siem Reap - Poipet - Aranyaprathed - Bangkok (en tren)
2 de agosto de 2012: Bangkok
3 de agosto de 2012: Bangkok
4 de agosto de 2012: Bangkok - Yangón (en avión)
5 de agosto de 2012: Yangón- Mandalay (en bus nocturno)
6 de agosto de 2012: Mandalay
7 de agosto de 2012: Mandalay (en bici)
8 de agosto de 2012: Mandalay - Bagán (en bus)
9 de agosto de 2012: Bagán (en bici)
10 de agosto de 2012: Bagán - Yangón (en bus)
11 de agosto de 2012: Yangón
12 de agosto de 2012: Yangón - Bangkok - Krabi (en avión)
13 de agosto de 2012: Krabi - Ao nang Beach
14 de agosto de 2012: Koh phi phi
15 de agosto de 2012: Raileh
16 de agosto de 2012: Ao nang
17 de agosto de 2012: Bangkok - Dubai
18 de agosto de 2012: Dubai - Barcelona


miércoles, 12 de junio de 2013

Grandes rutas: Descubriendo Oriente

En nuestra pimera incursión en oriente, allá por el año 2011, visitamos Vietnam. Para mí es uno de los países más maravillosos del mundo: quedé completamente enamorada. A continuación,  os dejo la ruta que hicimos nosotros. No es perfecta, y nos quedaron cosas en el tintero, pero no teníamos más días. Si tenéis algna pregunta, contactad con montaudio@gmail.com

26 de julio de 2011: vuelo Barcelona-Milán-Bangkok
27 de julio de 2011: Bangkok
28 de julio de 2011: Bangkok
29 de julio de 2011: Bangkok- Hanoi
30 de julio de 2011: Hanoi
31 de julio de 2011: Hanoi-pagoda del perfume- Hanoi
1 de gosto de 2011: Bahía de Halong
2 de agosto de 2011: Bahía de Halong- Hanoi- tren a Hue
3 de agosto de 2011: Hue
4 de agosto de 2011: Hue - Hoi an
5 de agosto de 2011: Hoi an- ruinas Cham- Hoi an
6 de agosto de 2011: Hoi an - Nha Trang
7 de agosto de 2011: Nha Trang- isla de Hon Mieu- Nha Trang
8 de agosto de 2011: Nha Trang- Mui Ne
9 de agosto de 2011: Mui ne- Dunas - Mui ne - Saigón
10 de agosto de 2011: Saigón - túneles de Cu chi
11 de agosto de 2011: Saigón-Bangkok
12 de agosto de 2011: Bangkok
13 de agosto de 2011: Bangkok-Milán- Barcelona


jueves, 30 de mayo de 2013

Del monzón y otros demonios II

DÍA TRES: Peh-fium pagoudah (perfume pagoda o pagoda del perfume)
Esta excursión es muy interesante por diversos motivos:
1. Desde un punto de vista espiritual, porque te adentra en el corazón del budismo vietnamita y te lleva a conocer uno de los centros de peregrinaje más importantes de Vietnam.
2. Desde un punto de vista paisajista, porque el entorno que rodea la pagoda es es-pec-ta-cu-lar. Montañas, niebla, río con meandros... Todo lo que en el imaginario común se asocia al sudeste asiático. Me faltaron los pandas y un par de chinos practicando Kung fu.
3. Desde un punto de vista deportivo, porque, si quieres, se puede hacer la peregrinación montaña arriba durante una hora y eso en el trópico es muy agotador.
4. Desde el punto de vista de la aventura, porque la excursión incluye de todo: viajecito de dos horas en minibús por las carreteras vietnamitas (con suerte tiene aire acondicionado, si no, tiene aire acondiciónde, a condición de que abras la ventanilla), trayecto en barca de remos por el río con remera incluída (más o menos una hora), gastronomía (suele incluir una comida en uno de los restaurantes/entoldados del complejo), ascensión a la montaña en teleférico (15 minutos), espeleología (la pagoda está situada dentro de una gruta natural con altares, velas y ofrendas) y pequeño trekking de bajada (aproximadamente una hora, quizás más, depende del paso y de la meteorología).
La visita a la pagoda del perfume es una trampa para turistas/peregrinos autóctonos en toda regla. Sin embargo, yo os diría que no os la perdáis, aunque sólo sea para admirar las montañas escondidas tras la niebla o imbuirse de la "santidad" que desprende esta montaña sagrada. En realidad, el complejo de la pagoda del perfume es ingente. Por toda la zona hay infinidad de templos que los peregrinos visitan en temporada alta.
Lo interesante de hacer esta visita en verano es que es temporada baja para el turismo nacional por lo que toooodo está silencioso y... cerrado. Sí, he dicho bien, cerrado. Excluyendo los restaurantes entoldados al pie del funicular, que funcionan durante todo el año para las excursiones de turistas, la mayoría de tiendecitas y puestecitos que se encuentran a ambos lados del camino que sube hacia la pagoda están cerrados. Por lo visto, en temporada alta (entre febrero y marzo y en la fiesta del Tet), este camino empinado con escalinatas está a rebosar de vietnamitas. Y a la pagoda casi no se puede entrar porque los fieles acuden a miles. Lo malo es, como no, el monzón, que en ese momento está en su pleno apogeo, y el bochorno, que consume hasta a los excursionistas más avezados.
Nosotros compartimos nuestra barquita con una familia francesa. En total íbamos seis personas más la barquera, que colocada al final de todo remaba con fruición. El paseo por el río fue de lo más placentero hasta casi el final del trayecto, cuando para rematar los últimos 10 minutos rompió a llover. La incomodidad de ponerse por encima el chubasquero, a bordo de una barca poco estable y de intentar cubrir la mochila y de no mojarse los pies, es difícil de describir. Por suerte desembarcamos y nos llevaron directamente al restaurante.
Bajo un toldo más típico de las fiestas de pueblo que de un restaurante, nos sentaron a todos los integrantes de la excursión (dos barcas, a lo sumo tres) a una mesa. Allí empezaron a distribuir platillos de arroz, ensaladas y otras carnes en salsa. Creo recordar que nos dejaron escoger la bebida y que el postre fueron unas frutas. De ahí al teleférico.
El viaje es maravilloso. Las cestitas amarillas y rojas se mueven con convicción a través de los bancos de niebla y te descubren un paisaje maravilloso de colinas arboladas. De vez en cuando, uno alcanza a ver el camino, formando vueltas y tornos como una serpiente de piedra. No llueve, pero el cielo está completamente encapotado y la humedad en el ambiente, de nuevo te hace transpirar de manera pertinaz. Con porfía y contumancia, las cabinas del teleférico ascienden, estables, hasta dejarte en la cima de la montaña. El paseo por las nubes: maravilloso.
Una vez en tierra de nuevo, el guía nos llevó hasta la entrada de la cueva. Además de algunos grupos de turistas despitados y de unos pocos vietnamitas pululando, éramos los únicos que estaban en la pagoda. El tenaz zumbido de unas abejas nos alertó de que debía haber un panal por los alrededores. El guía nos lo indicó con el dedo: era una colmena enorme que colgaba en la entrada de la gruta. La oquedad amplificaba el distintivo sonido y pareciá que viniera de dentro un ejercito de abejas asesinas. Un pequeño recorrido discurría dentro del santuario en el cual se podían observar varios altares y monolitos adornados con banderitas, siendo el más importante el que se encuentra en la entrada.
Toda esta parte de la visita la hicimos en seco, pero al llegar la hora de volver a bajar, parece que volvieron a abrir la ducha. Tuvimos que esperar durante largo rato al lado del baño del complejo y comenzamos en descenso con lluvias escalonadas, parapetándonos como pudimos bajo árboles y tenderetes. Esto no fue la peor parte. Lo peor con diferencia fue la persistente lluvia monzónica mientras volvíamos en barca a buscar el autobús. Una hora de lluvia, en barca, sin más cubierta que un plástico impermeable es difícil de asumir. De todas maneras, la verdad es que como hace mucho calor, un poco de lluvia se agradece. Además, ver la lluvia caer sobre la superficie plana del río pues tiene un algo romántico, no os lo voy a negar. El romanticismo del viaje se acaba cuando la barquera te pide dinero. Forma parte de la idiosincràsia del país, por todo te piden dinero, nada es gratis: son unos negociantes de cuidado. ´
To be continued...
 

Del monzón y otros demonios I

Y el cielo se abrió sobre nuestras cabezas. Se abrió en una cortina de agua, blanca de tan espesa, que nos impedía ver lo que había por delante. Se abríó para refrescarnos y para calarnos hasta los huesos, para confundir el mojado de sudor con el de lluvia, para convertir las calles de Hanoi en un barrizal que acabó (no sé muy bien cómo) en mi falda y entre los dedos de mis pies que aquel día calzaban chanclas. Y llovió desde aquel entonces por dos días seguidos, a intervalos regulares, dejando el cielo de color gris marengo y nuestro humor por los suelos.
Ya sabíamos que esto podía pasar. Nos íbamos a Vietnam en plena estación de lluvias. Iba a llover. Habíamos oído hablar del monzón, de las lluvias torrenciales a traición y de aguaceros cortos pero intensos, pero aquello no era comparable con lo que nos esperábamos encontrar.
DÍA UNO: el pick up
Increíblemente, cuando aterrizamos en el pequeño aeropuerto de Hanoi el cielo estaba azul y no amenazaba con caerse sobre nosotros. Habíamos contratado un servicio de pick up con nuestro hotel, porque en todas partes nos habían prevenido contra las mafias que hay en Hanoi: Taxistas que te estafan y te llevan a otro hotel que no es el pactado, hoteles duplicados (sí, leímos algún caso como éste en la Lonely Planet), falsos hoteles y timos por el estilo. Si os decidís a visitar Hanoi (and it is a must), poneos en contacto con nosotros y os daremos las señas del hotel en el que estuvimos. De lujo y bien barato.
El primer día de visita por la ciudad, el sol caía sobre nuestras cabezas sin piedad y la humedad en el ambiente era agobiante. Yo caminaba como si llevara una mochila pesada a los hombros y me amorraba a la botella de agua helada como si se fuera a acabar el agua del mundo. El calor, la humedad y los olores de las calles me estaban mareando. Fue entonces cuando adquirí mi gorro de paja. Feo, sí, pero la mar de práctico. Lo único que me dio rabia es que me lo cobró bien caro (5 euros BRRRRR). En fin, era mi primera transacción comercial y aún no sabía cómo se las gastaban los comerciantes locales.
No hubo lluvias para dos pobres europeos en el trópico durante el primer día. Nos arrastramos por las calles del sucio Hanoi hasta bien entrada la noche y después nos retiramos al hotel, céntrico, nuevo, seguro, limpio y acogedor. Pusimos el aire acondicionado a tope, nos duchamos, pasamos cuentas de lo gastado durante el día, nos repartimos el dinero sobrante para nuestras fajas billeteras y encendimos la televisión. Todos los programas eran en vietnamita (probablemente del norte) y después de un rápido zapping, nos quedamos con un concurso de talentos (??¿¿¿) en que los concursantes desafinaban como gatos en celo. Nos dormimos en una cama king size super cómoda.
DÍA DOS: Desayuno incluido.
Nos levantamos, nos duchamos en esa superducha masaje rollo zen que había en la habitación, apagamos el aire acondicionado y bajamos al comedor. Allí nos esperaba Mai Ko (nos preguntamos si en realidad se había occidentalizado el nombre y se quería hacer llamar Michael). El buen hombre, director del hotel o encargado para más señas, nos recibió con catálogos de excursiones por los alrededores de Hanoi. Se dirigía a mi pareja, que es el hombre. Yo no podía más que asentir (y darle pataditas por debajo de la mesa cuando algo no me gustaba). Nos interesamos por las excursiones organizadas a la bahía de Halong. "No possible de zetiz (30th) and de zeti fest (31st), there's a typhoon in Halong, there are no boats sailing. You can go to the Peh- fium Pagoda (perfume pagoda) instead. And then you go to Halong on the fest (1st)". Lo que nos aconsejó Mai ko nos pareció bien y contratamos las excursiones.
Nos fuimos a visitar las cosas pendientes de Hanoi, a saber, el mausoleo de Ho Chi Mhin, el templo de la literatura, la pagoda del pilar único y un par de pagodas alejadas. Ni se nos ocurrió pensar en que la cola del tifón iba a cambiar el tiempo de la capital y que durante un par de días las borrascas nos iban a remojar bien. Qué incautos. Efectivamente empezó a llover. Primero tímidamente, luego con fuerza. Acabamos por comprarnos unas capas de plástico barato que tendrían en el futuro otros usos todavía no imaginados. La ducha de la lluvia se abrió y se cerró en diversas ocasiones. Pon capa, quita capa. La capa impermeable nos hacía sudar así que no nos salvaba de la mojadura: cuando te quitabas la capa estabas tan empapado como si te hubieras metido en la piscina.
El momento más crítico llegó por la tarde. Llegamos a nuestra última meta: el templo de la literatura o Vam Mieu. La antigua universidad de Hanoi y centro del saber donde estudiaban los mandarines estaba a tope de turistas. El complejo se divide en varios edificios separados por plazas, jardines y lagos artificiales -una preciosidad. Hay un buen trecho para pasar de uno a otro, especialmente si en medio de la visita empieza a caer agua con fuerza, tanta que ni las capas nos asisten. Metidos bajo uno de los porches esperamos por unos largos 10 minutos hasta que la lluvia aflojara un poco y pudiéramos llegar al templo principal. Yo llevaba el pelo pegado a la frente. Daba penita, por un momento me pareció que un grupo de turistas americanos me iban a echar moneditas en el gorro de paja, que llevaba en la mano para poder ponerme la capucha. Después de mucho discutir nos decidimos a cruzar la placeta para ver el último edificio del complejo que nos dejaban visitar: el templo en sí.
Llegamos chorreando de agua y transpiración. El lugar me pareció lúgubre y lleno de estatuas de demonios y otros seres. Olía a incienso y estaba oscuro. La gente se distribuyó por los diferentes altares: algunos rezaban y otros curioseaban. Divisé unas escaleras al fondo y se me ocurrió subir. En el piso de arriba había más altares y un balcón. Salimos y... ya no llovía. Había cesado del mismo modo en que empezó: sin hacer ruido.
Nuestra visita por el templo de la literatura prosiguió de igual manera: con chubascos intermitentes. A veces la lluvia caía con tanta fuerza e intensidad que parecía que no iba a parar nunca. Fue una verdadera pena visitar el templo con un tiempo tan variable. En primer lugar por tener que cargar con diferentes atuendos absoltamente necesarios: gafas de sol y gorrito de paja por un lado, e impermeable de plástico por el otro. En segundo lugar, por jugar al transformista y tener que cambiar el gorro por la capucha a cada momento. Finalmente, por tener que cargar con una bolsa de plástico para poder meter la capa chubasquera mojada cada vez que cesaba la tormenta.
Al llegar al hotel, no obstante, nos reconfortó una maravillosa ducha caliente y mandamos a lavar toda nuestra ropa. Mi falda amarilla quedó manchada de marrón oscuro tirando a sucio. Las manchas no han desaparecido nunca más, aunque he conseguido atenuarlas a base de restregarlas con agua, jabón y cepillo.
To be continued...

 

jueves, 23 de agosto de 2012

Bangkok... Again

Es la cuarta vez que estoy en Bangkok en un año, siempre por períodos cortos de tiempo, y ya estoy más que harta. Eso es lo que tiene esta ciudad: o la adoras o la odias con toda tu alma. Bangkok es sinónimo de caos, de ruido, de tráfico, de polución y de suciedad. Hay dos cosas que me ocurren cada vez que la visito:
1. Tengo la impresión de que la jungla quiere tragársela, quizás porque en vez de pinos veo palmeras y flora selvática.
2. Me siento engullida a su vez por su masa de hormigón.
Si se observa Bangkok desde las alturas, la vía del sky train o del ten del aeropuerto sin ir más lejos, puedes ver tupidas masas de palmeras tropicales abriéndose paso entre rascacielos y chabolas-Es todo un espectáculo. Asimismo, la ciudad no está hecha a medida del peatón. Una insignificante humana deambulando de puente a puente y de calle en callejuela no es más que una hormiga.
Es sin duda ciudad de fuertes contrastes: monjes budistas, putas y ejecutivos se mezclan por sus avenidas recalentadas por el sol tropical sin inmutarse. La pobreza más miserable convive con el lujo y el oropel. Barracas y rascacielos, templos y burdeles: para todo hay cabida en la gran Bangkok. Hay, sin embargo, varios aspectos de la vida del tailandés de capital que me fascinan. Voy a intentar enumerarlos:
1. El trasporte público: El sky train (BTS) y el metro (MTR) son rapidísimos, modernísimos y limpísimos. Me sorprendió bastante sorprendente el hecho de que hubiera que pasar por el arco de seguridad para acceder al metro. No sé por qué: todos los pasajeros pitaban y no había registros posteriores.
Los abonos de BTES y del MTR van por zonas. Por lo general, si el desplazamiento es de una parada, se pagan 15 bahts, de dos paradas 20 y así sucesivamente. Las máquinas expendedoras sólo admiten monedas y son el único medio de comprar billetes. Hay taquillas, con personas detrás de vidrio, pero sólo sirven ara comprar abonos de un mese o de varios días o incluso de un día. Si vas a comprar un abono sencillo y no dispones de monedas, hay que hacer cola en la taquilla para que el empleado de turno te dé cambio. Nunca venden billetes sencillos. Además, yo creo que las tarjetas se reciclan. Una vez las has usado y salen del metro, se quedan dentro de la máquina. Tú nunca te quedas con tickets. Eso es ecológico, ¿no?
El MTR y el tren que va al aeropuerto, gestionado por la RENFE tailandesa, funciona con fichas, como las de los autos de choque de las ferias. Para que se te abra la puerta de entrada, hay que pasar las fichas por la zona indicada en cada molinete de entrada. Para salir del metro, hay que meter la ficha en la ranura de la puerta, como si fuese una hucha. Tampoco te quedas con ninguna de estas fichas.
La frase esta de "dejen salir antes de entrar" nunca fue más cierta y aplicable. En el BTS, a lo largo de todo el andén, hay unos dibujos de flechas. Estos dibujos coinciden con el lugar donde se abren las puertas. Hay en total 6 flechas por puerta: 4 inclinadas que indican hacia dentro y dos rectas que señalan la salida. Los tailandeses que quieren entrar en el vagón hacen cola tras las flechas inclinadas a cada lado de la puerta y hacen gala de gran paciencia mientras por el centro, entre las dos colas de ordenados ciudadanos, salen ríos y más ríos de gente que abandona el tren.
Hay dos líneas de sky train y una de MTR. Las tres están conectadas. En la intersección entra las líneas de Sukumvit y Silom (parada de Siam) se encuentran algunos delos centros comerciales de la ciudad. Éstos son enormes y están llenos de marcas internacionales que gozan de gran prestigio. En esta parada los trenes (que paran uno delante del otro) intercambian pasajeros, especialmente en hora punta.
La modernidad de estos medios de transporte, comparables a los de cualquier ciudad occidental, contrasta secamente con los anticuados y obsoletos que son los autobuses urbanos, sin aire acondicionado, sucios y, por lo general, atestados de gente.
 
2. La gastronomía: La diversidad de restaurantes y de puestos callejeros en los que se puede comer o tomar un tentempié me impresiona. No he visto ciudad con más puestos callejeros que ésta. Los hay de todo tipo: ambulantes, más o menos limpios, improvisados, con terraza, sucios, cochambrosos y llenos de mierda.
Algunos obviamente dan más confianza que otros al pobre turista. Nosotros al principio éramos bastante reticentes a pedir comida de los puestecillos, pero al final nos habíamos aficionado. Resultan una opción más que recomendable para los bolsillos pobres (la comida te sale por un tercio de lo que pagarías en un restaurante) pero no demasiado buena para los estómagos delicados. Un viajero vasco que conocimos en Birmania nos cantó las excelencias de la comida tailandesa de los puestos callejeros, eso a pesar de haber estado malo el segundo día de comer en Bangkok. Sin embargo me pareció bastante acertado en una cosa: todos los puestos trabajan sobre superficies de acero inoxidable. Eso indica que alguna ley lo regula. En mi humilde opción, pocos de ellos pasarían una inspección de sanidad, qué queréis que os diga.
Otra cosa curiosa es que el tipo de puestecillo callejero varía y evoluciona según la hora del día: por la mañana abundan los puestos de desayuno en los que sirven fruta, dulces y bebidas calientes y frías (mi favorita es el iced tea con leche). A partir de mediodía, llegan los puestos con las parrillas, los woks, los noodles y el arroz.
Qué decir de la comida tailandesa: deliciosa, pero comen de casi todo. En los puestos he visto desde frutas secas hasta cucarachas, pasando por gambitas saladas y postres de coco. No soy de las que se comería cualquier cosa, así que del arroz y de los noodles no me he salido. Dejo los insectos para los paladares más osados.
 
3. El shopping: En Bangkok se puede encontrar de todo, desde la ropa de las marcas más exclusivas hasta las camisetas más cutres para el turista. En los mercados nocturnos hay equipamiento deportivo, DVD, CD, zapatos, perfumes, en fin,  souvenirs de todo tipo. Los puestos típicos de camisetas y pantalones Thai, se intercalaban, de vez en cuando con mini sex shops con dildos y otros juguetes sexuales en exposición. En otros chiringos, también vendían guirnaldas de luces y manualidades (como por ejemplo, tuk túks en miniatura hechos con latas de refrescos).
Fuera de los mercados nocturnos, queda toda la zona de centros comerciales de Siam. Allí es dónde se pueden encontrar todas las cadenas europeas y americanas haciéndose la competencia en harmonía. También hay cabida para las marcas de alta costura y de alta joyería. Lo mejor de visitarlos es, sin dudar, el aire acondicionado.
Finalmente, hay que nombrar toda la zona de Khao San Rd y de los alrededores del templo del buda reclinado (Wat Pho), donde hay puestecillos  y tiendas de todo tipo durante el día. Es fácil encontrar ropa, comida, antigüedades, restaurantillos y, como no, las mesas de los adivinos. Es curioso ver que todos sus clientes son exclusivamente tailandeses.
En fin, que sí, que vale la pena visitar Bangkok, pero para mí no es necesario pasar allí demasiado tiempo. Puede ser muy agobiante.

jueves, 28 de junio de 2012

Splish, splash I was having a bath...

Antes de decidirnos por Vietnam, no sabíamos que nos podíamos encontrar con playas del calibre Caribe (si tal calibre existe y se aplica a las playas). Inmensos arenales bordeados por sinuosas palmeras conforman el litoral de este hermoso país. Playas, en su mayoría vírgenes, sin edificios de 40 plantas tapando la vista, sin ferrocarriles contaminado el ambiente con su ruido infernal, sin carreteras que bordeen la costa y desdibujen su perfil. Sólo arena y palmeras. Hablo, por supuesto, del norte del país, y quizás también del centro. La zona sur es otro cantar: se asemeja más a cualquier complejo hotelero del Caribe, a cualquier pueblo costero de la superexplotada costa mediterranea. Es más destacable el cemento y los vendedores ambulantes que la belleza del paisaje...
Nosotros estuvimos en varias playas vietnamitas. Recomiendo encarecidamente las playas cerca de Hoi an, las de las islas cercanas a Nha Trang y Mui Ne en temporada baja. No os podéis perder la bahía de Halong (aunque esto no sean playas propiamente: el paraje es idílico). Desaconsejo las playas de Nha Trang ciudad: son, eso, playas de ciudad.
Una de las veces que nos fuimos a tomar el sol, la primera, llegamos a una de esas playas preciosas con palmeras y mar azul verdoso de fondo. Curiosamente, pensamos, todo el mundo estaba acomodado debajo de la plantación de palmeras. Y yo me decía: "Con la cantidad de arena que hay, ¿cómo es que la gente no se agolpa como hormiguitas cerca de la orilla?" Enseguida se despejó la incógnita: no había bicho viviente que soportase ese sol. Caía sobre tu cabeza como una maza de hierro y te abrasaba. No quisimos pasarnos de valientes así que nos colocamos también bajo las palmas, a la fresca. Cuando quisimos darnos un baño, tuvimos que mover la paradita hacia la orilla. Llegar fue como atravesar el Sahara a mediodía. Creo que mis chancletas empezaban a derretirse por el calor... Nunca me había parecido que el sol estuviera tan cerca.
El agua... Cristalina, limpita, buenísima... ¿o no? Bueno, todo depende de a la hora que vayas a la playa. La verdad es que también nos sorprendió otra cosa: todas las personas que estaban en la playa eran guiris. Ni un solo vietnamita que estuviera allí por ocio, sólo por trabajo. "No tienen cultura de playa", me dije.  ¿Seguro? Cuando mejor estábamos en nuestro paraíso terrenal compartido con blancas pieles europeas, palmeritas y demás, llegan dos autocares llenos de vietnamitas que, cual horda de hunos, se bajan del transporte con grandes mantas y alfombras que extienden sobre la blanca arena. Con gran algarabía, familias enteras se apropian de la playa, de la zona sombreada de palmeras y sacan todo tipo de alimentos y bebidas para un gran ágape. Los niños, gritando y riendo, salen corriendo con botellines de refrescos, frutas y otras frivolidades en dirección hacia el mar. Se entretienen jugando en la orilla, comiéndose sus meriendas. De repente, al acabar con la comida los niños se lanzan al agua.
Hasta aquí todo parece normal, pero lo cierto es que he omitido ciertos detalles. Volvamos al momento en que los niños ruidosos se divierten al lado del mar. Se están comiendo sus meriendas, correteando y salpicándose... Vestidos. Vestidos de pies a cabeza con tejanos, camisetas, cinturones y uno hasta con zapatos. Es de esta guisa que, tras tirar los restos de comida, botellas y otros envases de plástico al mar (el mar se lo traga todo), los niños se tiran al agua y empiezan a chapotear y berrear. Al grito de los nenes se suma el de sus madres que se aproximan comadreando hacia la orilla con sus trajes pijameros para acabar tirándose al agua tapadas hasta las orejas. Alegres y contentas se ponen a remojo entre cáscaras de durazno, trozos de coco y botellas de plástico.
Yo, alucinada, miro la escena con estupefacción desde mi pareo de rayas bajo las hojas de palma. "Se han metido vestidos, mira, y hasta con zapatos y cinturones de cuero. ¿Lo has visto?" No salíamos de nuestro asombro. Sin embargo, todo tiene una explicación.
Los vietnamitas (y en general los asiáticos) son personas muy pudorosas. Eso de mostrar el cuerpo les avergüenza. Además, se considera que las pieles blancas son más bellas que las pieles morenas. Por eso, las mujeres se tapan hasta las orejas cuando van por la calle. Se tapan con mascarillas, calcetines y hasta guantes. No es de extrañar, pues, que no se pongan en bañador en la playa. Tampoco es tan raro que vayan a la playa cuando el sol está a punto de ponerse: no se quieren broncear, sólo remojar.
No hemos de olvidar que se trata de un país emergente y, por lo tanto, adolece de todas las contradicciones típicas en estos casos. Evidentemente existen los alimentos envasados y las bebidas gasificadas americanas y ellos son grandes consumidores. Al mismo tiempo no se ha desarrollado todavía la conciencia medioambiental. Ellos estaban quizás acostumbrados a tirar las cáscaras de coco al mar, pero nadie les ha dicho que una botella de plástico se ha de reciclar, que el mar no se lo traga todo. O quizás sí que se lo han dicho pero hay problemas más importantes de los que ocuparse.
Escenas como éstas se repitieron en varias de las playas que visitamos. En Cua Dai fue especialmente impactante, porque era la primera vez que lo veíamos y porque vienieron todos en manada y alborotando. Observamos la misma actitud en Nha Trang, aunque por ser una ciudad costera y vivir del turismo, los habitantes están quizás más acostumbrados a nuestra idea vacacional playera y occidental, y algunos jóvenes empiezan a ponerse bañador. La gente del sur en general se empieza a destapar, intuyo que sobre todo las clases altas. Recuerdo que fuimos de vacaciones a una de las islas del litoral frente a Nha Trang. Después de muchas peripecias, que merecen post propio, llegamos a una playa de guijarros nada espectacular y nos alquilamos una hamaca por unos pocos dongs. Al cabo de una media hora llegó una embarcación que atracó en la orilla y bajaron varios vietnamitas con bañador y chaleco salvavidas. También ellos alquilaron tumbonas y sombrillas y se tiraron al agua patos. Había a pocos metros de la orilla una plataforma flotante equipada con tobogán para hacer las delicias de los bañistas. A mi humilde entender, todos sabían nadar pero se metieron en el agua pertrechados con su aparatoso chaleco salvavidas (naranja y fluorescente). Parecían náufragos del Titanic en vez de turistas playeros. Realmente curioso...