Antes de decidirnos por Vietnam, no sabíamos que nos podíamos encontrar con playas del calibre Caribe (si tal calibre existe y se aplica a las playas). Inmensos arenales bordeados por sinuosas palmeras conforman el litoral de este hermoso país. Playas, en su mayoría vírgenes, sin edificios de 40 plantas tapando la vista, sin ferrocarriles contaminado el ambiente con su ruido infernal, sin carreteras que bordeen la costa y desdibujen su perfil. Sólo arena y palmeras. Hablo, por supuesto, del norte del país, y quizás también del centro. La zona sur es otro cantar: se asemeja más a cualquier complejo hotelero del Caribe, a cualquier pueblo costero de la superexplotada costa mediterranea. Es más destacable el cemento y los vendedores ambulantes que la belleza del paisaje...
Nosotros estuvimos en varias playas vietnamitas. Recomiendo encarecidamente las playas cerca de Hoi an, las de las islas cercanas a Nha Trang y Mui Ne en temporada baja. No os podéis perder la bahía de Halong (aunque esto no sean playas propiamente: el paraje es idílico). Desaconsejo las playas de Nha Trang ciudad: son, eso, playas de ciudad.
Una de las veces que nos fuimos a tomar el sol, la primera, llegamos a una de esas playas preciosas con palmeras y mar azul verdoso de fondo. Curiosamente, pensamos, todo el mundo estaba acomodado debajo de la plantación de palmeras. Y yo me decía: "Con la cantidad de arena que hay, ¿cómo es que la gente no se agolpa como hormiguitas cerca de la orilla?" Enseguida se despejó la incógnita: no había bicho viviente que soportase ese sol. Caía sobre tu cabeza como una maza de hierro y te abrasaba. No quisimos pasarnos de valientes así que nos colocamos también bajo las palmas, a la fresca. Cuando quisimos darnos un baño, tuvimos que mover la paradita hacia la orilla. Llegar fue como atravesar el Sahara a mediodía. Creo que mis chancletas empezaban a derretirse por el calor... Nunca me había parecido que el sol estuviera tan cerca.
El agua... Cristalina, limpita, buenísima... ¿o no? Bueno, todo depende de a la hora que vayas a la playa. La verdad es que también nos sorprendió otra cosa: todas las personas que estaban en la playa eran guiris. Ni un solo vietnamita que estuviera allí por ocio, sólo por trabajo. "No tienen cultura de playa", me dije. ¿Seguro? Cuando mejor estábamos en nuestro paraíso terrenal compartido con blancas pieles europeas, palmeritas y demás, llegan dos autocares llenos de vietnamitas que, cual horda de hunos, se bajan del transporte con grandes mantas y alfombras que extienden sobre la blanca arena. Con gran algarabía, familias enteras se apropian de la playa, de la zona sombreada de palmeras y sacan todo tipo de alimentos y bebidas para un gran ágape. Los niños, gritando y riendo, salen corriendo con botellines de refrescos, frutas y otras frivolidades en dirección hacia el mar. Se entretienen jugando en la orilla, comiéndose sus meriendas. De repente, al acabar con la comida los niños se lanzan al agua.
Hasta aquí todo parece normal, pero lo cierto es que he omitido ciertos detalles. Volvamos al momento en que los niños ruidosos se divierten al lado del mar. Se están comiendo sus meriendas, correteando y salpicándose... Vestidos. Vestidos de pies a cabeza con tejanos, camisetas, cinturones y uno hasta con zapatos. Es de esta guisa que, tras tirar los restos de comida, botellas y otros envases de plástico al mar (el mar se lo traga todo), los niños se tiran al agua y empiezan a chapotear y berrear. Al grito de los nenes se suma el de sus madres que se aproximan comadreando hacia la orilla con sus trajes pijameros para acabar tirándose al agua tapadas hasta las orejas. Alegres y contentas se ponen a remojo entre cáscaras de durazno, trozos de coco y botellas de plástico.
Yo, alucinada, miro la escena con estupefacción desde mi pareo de rayas bajo las hojas de palma. "Se han metido vestidos, mira, y hasta con zapatos y cinturones de cuero. ¿Lo has visto?" No salíamos de nuestro asombro. Sin embargo, todo tiene una explicación.
Los vietnamitas (y en general los asiáticos) son personas muy pudorosas. Eso de mostrar el cuerpo les avergüenza. Además, se considera que las pieles blancas son más bellas que las pieles morenas. Por eso, las mujeres se tapan hasta las orejas cuando van por la calle. Se tapan con mascarillas, calcetines y hasta guantes. No es de extrañar, pues, que no se pongan en bañador en la playa. Tampoco es tan raro que vayan a la playa cuando el sol está a punto de ponerse: no se quieren broncear, sólo remojar.
No hemos de olvidar que se trata de un país emergente y, por lo tanto, adolece de todas las contradicciones típicas en estos casos. Evidentemente existen los alimentos envasados y las bebidas gasificadas americanas y ellos son grandes consumidores. Al mismo tiempo no se ha desarrollado todavía la conciencia medioambiental. Ellos estaban quizás acostumbrados a tirar las cáscaras de coco al mar, pero nadie les ha dicho que una botella de plástico se ha de reciclar, que el mar no se lo traga todo. O quizás sí que se lo han dicho pero hay problemas más importantes de los que ocuparse.
Escenas como éstas se repitieron en varias de las playas que visitamos. En Cua Dai fue especialmente impactante, porque era la primera vez que lo veíamos y porque vienieron todos en manada y alborotando. Observamos la misma actitud en Nha Trang, aunque por ser una ciudad costera y vivir del turismo, los habitantes están quizás más acostumbrados a nuestra idea vacacional playera y occidental, y algunos jóvenes empiezan a ponerse bañador. La gente del sur en general se empieza a destapar, intuyo que sobre todo las clases altas. Recuerdo que fuimos de vacaciones a una de las islas del litoral frente a Nha Trang. Después de muchas peripecias, que merecen post propio, llegamos a una playa de guijarros nada espectacular y nos alquilamos una hamaca por unos pocos dongs. Al cabo de una media hora llegó una embarcación que atracó en la orilla y bajaron varios vietnamitas con bañador y chaleco salvavidas. También ellos alquilaron tumbonas y sombrillas y se tiraron al agua patos. Había a pocos metros de la orilla una plataforma flotante equipada con tobogán para hacer las delicias de los bañistas. A mi humilde entender, todos sabían nadar pero se metieron en el agua pertrechados con su aparatoso chaleco salvavidas (naranja y fluorescente). Parecían náufragos del Titanic en vez de turistas playeros. Realmente curioso...