Para recorrer Vietnam, nosotros decidimos que lo ideal era entrar por el norte e ir bajando paulatinamente hacia el sur. Así pues, nuestro periplo empezó en Hanoi y acabó en Ho Chi Minh City (Saigón). En poco menos de un mes recorrimos 1722, 7 km (según google maps) con toda suerte de medios de transporte terrestres. Ésta suele ser una de las rutas más habituales de los viajeros puesto que resulta de lo más natural. El país, con forma de "ese" o, como decían los propios vietnamitas, con forma de señorita con vestido de cola (a mí me cuesta verlo...) dispone de una línea de ferrocarril que conecta las dos viejas ciudades, amén de una red de carreteras llena de baches. Los trenes no son nada del otro mundo y los viajes se hacen interminables. Después de una experiencia grotesca desde Hanoi a Hue, mi inseparable "other half" y la que suscribe tomamos la decisión de continuar nuestra marcha en autocar. No sé si fue peor el remedio o la enfermedad...
En todo caso, ahora desde la distancia, nosotros podemos decir que tenemos el honor (dudoso) de haber montado y sobrevivido en dos ocasiones a los abominables "sleeping bus" tan comunes entre los mochileros que recorren Vietnam. Estos autocares son supuestamente el súmmun de la comodidad para los viajes económicos de larga distancia por carretera, o así lo ven los mismos habitantes del país usuarios habituales de este medio de transporte. Tanto es así, que cuando quisimos reservar un autocar para trasladarnos de Mui ne a Saigón en la recta final del viaje el chico de la recepción del hotel que nos gestionaba la reserva se quedó anonadado cuando insistimos en que el bus tuviera "normal seats".
Pero... ¿qué es un sleeping bus? Para los profanos en el tema del mochileo por Asia, diré que se trata de un autobús con tres hileras de literas. Cada uno de los camastros es en realidad un asiento reclinable que se tumba casi completamente. A los pies de la camita hay una especie de armazón para meter los pies dentro, de modo que pareces estar en un sarcófago. Para los que se preocupen por la seguridad, que no teman, no hace falta: el autocar incumple todas las normativas sobre seguridad vial posibles. Aunque, eso sí, te permiten atarte con un cinturón de seguridad cochambroso.
Hablando de cochambre, decía hace unas líneas que tenemos el honor de haber sobrevivido al Sleeping bus, y lo digo por varios motivos:
1. Por las contravenidas normativas de seguridad vial antes mencionadas.
2. Por la falta de higiene de los habitáculos-sarcófagos y de las mantas y almohadas que te prestaban para que el trayecto fuera más confortable.
Por suerte para nosotros pudimos hacernos con unos sacos de dormir de seda que sirvieron para mitigar los efectos de la mugre de las tapicerías.
3. Por la pericia/impericia (según se mire) de los chóferes que conducían durante horas por unas carreteras más que deficientes de doble sentido y sin mediana, rebasando todos los límites de velocidad habidos y por haber.
Para una persona como yo, de apenas metro sesenta, el espacio proporcionado para el cuerpo era suficiente. Sin embargo mi compañero tuvo muchas dificultades para meter su metro ochenta y siete dentro del cofre. Al salir del carromato estaba como plegado, giboso y arrugado... Poor thing... De hecho, no cogimos más de estos inventos porque se negó en redondo a sufrir de nuevo la humillación de encastrar su cuerpote en tan ínfimo arcón. Por mi parte, apenas padecía el típico dolor de riñones que se te queda después de una noche dentro de un cajón rebotándo de bache en bache. Quién no lo ha experimentado...
Las dos primeras horas del primer viaje (el del desvirgue) cuando aún estaba anocheciendo, todavía se veía el paisaje y uno se podía incorporar para mirar por la ventana, no fueron tan malas. En cuanto se puso el sol y apagaron la luz fue cuando me di cuenta de que ya no había marcha atrás. Me encomendé a la Virgen, Buda, Shiva y Zeus a la vez; cerré los ojos y dormí del tirón hasta las 2 de la mañana.
2 de la mañana
El conductor da un giro brusco y se mete en un restaurante de carretera cutre, cutre, pero que muy cutre... Bajamos los noctámbulos desgreñados con hambre, sueño y pis. Lo primero que nos encontramos es una cola inmensa en el baño. Cuando logro entrar, el olor y las moscas me acaban de despertar. EEEECSSSS. A continuación, descubrimos que hay una cierta reticencia entre los camareros y cocineros para servir a los turistas; los mismos camareros y cocineros que se desviven por alimentar a los dos chóferes (descubro con alivio que son dos). Pasa media hora y no nos sirven. Ni siquiera salen a la barra. Finalmente compramos una botella de agua. Ahora sí que vienen a cobrar. GRBRRRR... De vuelta al hotelucho con ruedas.
Ésta fue la única parada en todo el camino que fue laaaaaaaaaaargo y agotador. Cuando llegamos a Nha Trang, nos encontramos con un Lloret de mar a la vietnamita pero por suerte la parada del autocar era un bar muy cerca de nuestro hotel. Sí, sí, un bar-agencia de viajes, otra de las innovaciones vietnamitas. Buff... Por lo menos no nos tocó pegarnos la gran paliza a pleno sol.
El segundo viaje en Sleeping bus nos pilló por sorpresa. No nos esperábamos viajar en otro, especialmente porque este trayecto era en pleno día y pensábamos que lo de Sleeping era porque la gente duerme, por lo de la nocturnidad y eso... Pues no. Los sleeping bus corren por las carreteras de día y de noche. Sucede que en los hoteles (que son los que te suelen gestionar las reservas) dan por sentado que los extranjeros gustamos de la comodidad de ir tumbados mientras viajamos, cual patricios romanos en litera por la calles de una ajetreada Roma. Y no te preguntan, simplemente de montan en un sleeping bus. Esta vez lo más siginficativo del viaje fueron los paisajes a plena luz del día y las curvas para entrar a Mui ne. Subida como iba en la litera superior, me parecía que iba a salir disparada por la luna delantera. Y eso que iba atada con el cinturón de seguridad...